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Julio Linares

Julio Linares

Presidente de la Comisión de Sociedad Digital de CEOE. Coordinador de este especial de la revista BIT sobre disrupción tecnológica.

Digitalización: la encrucijada europea

La pasada pandemia del COVID-19 y la invasión de Ucrania han acelerado tendencias que veníamos observando, y han agudizado tensiones que calificábamos como potenciales y que finalmente se han materializado. Es importante identificar, lo mejor posible, el nuevo entorno para poder adaptarnos y actuar en consecuencia.

Los ámbitos geopolítico, económico, social y tecnológico cada vez están más interrelacionados, y juntos configuran un entorno complejo e incierto al que tenemos que adaptarnos con flexibilidad, agilidad y creatividad. Para esta adaptación se han consensuado dos prioridades estratégicas, que ocupan las primeras posiciones en las agendas política, económica y social: la transición energética y la transformación digital. Aunque son complementarias y se refuerzan mutuamente, en lo que sigue nos referiremos exclusivamente a la segunda.

Para empezar, es imprescindible replantearnos la soberanía digital a la que aspiramos para garantizar una autonomía estratégica abierta que nos pueda proteger suficientemente, sentando unas bases mínimas que puedan ser actualizadas a lo largo del tiempo en función de las nuevas necesidades que vayamos anticipando.

Este planteamiento debería ayudarnos a corregir el gap tecnológico que tenemos en relación con otras regiones, aspirando a liderar aquellas tecnologías en las que contemos con más fortalezas o podamos plantearnos ambiciones realistas. Generar tecnología nueva, además de utilizarla, es fundamental, pues tiene unos impactos económicos, laborales, sociales y éticos mucho más relevantes que el mero uso.

Es imprescindible replantearnos la soberanía digital a la que aspiramos

No obstante, hacer un buen uso de la nueva tecnología es imprescindible para que todas las Administraciones Públicas puedan ofrecer sus servicios digitalmente a las empresas y a los ciudadanos a través de cualquier dispositivo, para que todas las empresas, incluyendo las pymes, eleven su nivel de digitalización y para que todos los ciudadanos puedan ser activos digitales, eliminando todas las brechas. Todo ello redundará en una mejora de nuestra productividad, tan cuestionada, y de nuestra competitividad.

Desde este punto de vista, disponer de infraestructuras de telecomunicación extensas, potentes y actualizables, utilizando siempre los mejores medios disponibles, es crucial y exige enormes inversiones, cuya financiación se encuentra en debate.

La sostenibilidad en el tiempo de las compañías que invierten depende de que la rentabilidad de sus inversiones supere el coste de capital, y para ello precisan disponer de la escala necesaria para conseguirlo, siendo imprescindible que, preservando un mercado competitivo, no se pongan trabas innecesarias, lo cual tiene un gran impacto en los mercados financieros. Teniendo en cuenta, además, que los mismos servicios o equivalentes se pueden prestar desde diferentes plataformas, es necesario que a los mismos servicios se apliquen las mismas reglas.

Por último, es necesario prestar atención a la capacitación digital y a la disponibilidad de talento digital para cubrir las diferentes necesidades, siendo conscientes de que cada vez nos cuesta más anticiparlas. Estas y otras consideraciones, que seguro surgirán adicionalmente, deben ser abordadas para dar respuesta a los retos y oportunidades de la revolución digital en la que estamos inmersos.

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