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Teodoro Esteban López

Almirante General Teodoro Esteban López Calderón.

Jefe del Estado Mayor de la Defensa.

El futuro entorno operativo y las tecnologías emergentes y disruptivas necesarias para abordarlo

La robótica, la Inteligencia Artificial o la gestión masiva de datos ya están cambiando el carácter de las guerras. El conflicto de Ucrania ejemplifica la importancia de la ciberseguridad y el uso de nuevos métodos, desde sensores en el campo de batalla a la hostilidad de los drones. El dominio de nuevas tecnologías es fundamental. Y no basta con estar al día: en el entorno de los conflictos armados es imprescindible ir varios pasos por delante.

La naturaleza última de la guerra no ha cambiado, pero ha evolucionado en sus formas y continuará haciéndolo. El futuro entorno operativo de los conflictos armados va a estar aún más marcado por la evolución de la tecnología y, en concreto, por el impacto de las emergentes y disruptivas. Este impacto, que en determinados entornos podemos visualizar en la guerra de Ucrania, obliga a las Fuerzas Armadas a un elevado esfuerzo prospectivo, para determinar y coordinar sus necesidades con la industria y poder proveerse de la tecnología necesaria para cumplir su misión y alcanzar la superioridad en el enfrentamiento con nuestros adversarios.

La gran evolución de las formas de acción en el ciberespacio, en el ámbito de la información y en el espacio ultraterrestre, los nuevos conceptos de operaciones integradas, la digitalización del campo de batalla y el combate en red, son ejemplos del impacto directo de estas tecnologías, que nos obligan a renovar no solo buena parte del equipamiento militar para este nuevo entorno operativo, sino también sus técnicas de empleo y tácticas asociadas.

Los cambios continuos a una velocidad cada vez mayor, la escasa certeza en los acontecimientos por venir, el aumento de complejidad y número de actores en los escenarios de seguridad y la difícil trazabilidad de la autoría de las agresiones, sobre todo en los ámbitos ciberespacial y cognitivo, no hacen sino reforzar la necesaria simbiosis entre la defensa y la adopción temprana de las tecnologías emergentes por parte de las Fuerzas Armadas.

El personal de las Fuerzas Armadas debe adaptarse culturalmente a estos cambios y evolucionar con la tecnología, tanto en preparación como en mentalidad

Mecanismos de confrontación
Aunque los grandes sistemas de armas seguirán teniendo relevancia, los actores que se encuentren en inferioridad convencional se focalizarán en mecanismos asimétricos de confrontación, con el objetivo de compensar esa brecha mediante métodos alternativos. Estas formas de acción, apoyadas por la interconexión global, la libre utilización de la información a disposición de cualquiera y el uso de tecnologías emergentes, serán muy relevantes en los conflictos de las próximas décadas.

Como se ha señalado, la robótica, la Inteligencia Artificial, la computación cuántica, el 5G y la gestión masiva de datos no cambian la naturaleza de la guerra, pero ya están cambiando el carácter de la misma. La falta o el retraso en dotarse de ciertas tecnologías emergentes también pueden provocar la falta de interoperabilidad con nuestros aliados, disminuir nuestro margen de disuasión y, llegado el caso, comprometer el éxito de las operaciones.

No resultará fácil integrar las tecnologías emergentes y disruptivas en el nuevo entorno operativo, dentro de las operaciones multidominio, pero no cabe duda de que ignorarlas o adoptarlas con retraso puede ser sinónimo de derrota. Siguiendo el mismo razonamiento, el personal de las Fuerzas Armadas debe adaptarse culturalmente a estos cambios y evolucionar con la tecnología, tanto en preparación como en mentalidad.

El futuro de los conflictos armados va a estar aún más marcado por la evolución de la tecnología

El entorno operativo del ciberespacio
El entorno operativo está marcado por una competencia constante en la denominada zona gris, ininterrumpida y determinada por la tecnología, en la que predominan las fases de baja intensidad, pero en la que se pueden alcanzar picos de alta intensidad y conflicto abierto, con utilización masiva de armamento convencional. Este entorno exigirá una mayor velocidad en la toma de decisiones y respuesta, con lo que el empleo de la Inteligencia Artificial y la superioridad en la información asociada a todo tipo de medios de obtención de inteligencia se revelan fundamentales y, todo ello, aunque no únicamente, se desarrollará en buena medida en el ámbito ciberespacial y cognitivo, donde la tecnología tiene un carácter determinante.

Por otro lado, el ciberespacio es un ámbito artificial de naturaleza tecnológica; por lo tanto, controlar la tecnología que lo sustenta permite dominarlo. El actor que controle la tecnología, no necesariamente un estado, podrá conformar el ciberespacio a medida de sus necesidades.

Una de las enseñanzas que se ponen de manifiesto en el conflicto en Ucrania es la crudeza y el vertiginoso ritmo de las acciones hostiles en el ciberespacio. Acciones que persiguen la sincronización con las acciones convencionales, buscando ampliar sus efectos destructivos con la degradación de las capacidades militares y sistemas de comunicación del adversario, sin olvidar el impacto en la moral de su población interfiriendo en los servicios e infraestructuras críticas, junto con desestabilizadoras campañas de desinformación.

Hay que puntualizar que toda esta forma de actuación no es exclusiva de los conflictos entre estados, sino que también es extrapolable a la lucha contra el terrorismo y la radicalización violenta, ya que estas organizaciones han encontrado en las nuevas tecnologías y medios de comunicación social un espacio donde diversificar sus acciones.

Entorno terrestre, marítimo, aéreo y ultraterrestre
En cuanto al entorno futuro terrestre, se caracterizará por el incremento de la profundidad de las acciones, la desaparición de los frentes convencionales, la amplificación del espacio de batalla, el uso cada vez mayor de la tecnología incluso por adversarios asimétricos y la preponderancia del espacio urbano.

En el entorno marítimo futuro, la extracción de recursos del mar, los recursos energéticos y minerales del subsuelo marino, y la protección del tráfico marítimo aumentarán la necesidad de unas fuerzas navales capaces de ejercer el control de una mar muy poco regulada, cada vez más saturada y en vastos espacios. Siempre debemos tener presente que algunas de las rutas marítimas de mayor densidad de tráfico cruzan aguas españolas, y la zona de influencia naval española es amplia.

El espacio aéreo y ultraterrestre es un ámbito donde se desarrollan múltiples actividades de gran peso económico y tecnológico, e importante para el funcionamiento eficaz de las Fuerzas Armadas y las fuerzas de seguridad. Pero también presenta un amplio abanico de vulnerabilidades que deben ser mitigadas.

El actor que controle la tecnología, no necesariamente un estado, podrá conformar el ciberespacio a medida de sus necesidades

Ucrania: sensores y drones
La guerra en Ucrania ha mostrado la importancia de usar sensores en el campo de batalla, integrar sus datos y enviar información procesable y en tiempo real a los comandantes en el terreno, y poder hacerlo en entornos degradados.

En este sentido, el uso hostil de drones constituye uno de los mayores riesgos del entorno operativo actual y futuro, debido a su fácil accesibilidad y manejo, baja detectabilidad, crecientes capacidades de carga y posibilidad de utilización en enjambres capaces de saturar los sistemas de defensa. El conflicto de Ucrania ha puesto de manifiesto la relevancia de los drones armados y su uso tenderá a aumentar con profusión, no solo en el ámbito aéreo, sino también en el marítimo.

Colaboración e innovación
En el entorno operativo futuro, la responsabilidad de la Defensa continuará siendo esencialmente militar, pero se deberá colaborar cada vez más con otras capacidades estatales, tanto públicas como privadas, para garantizar el éxito en la misión. Las Fuerzas Armadas se caracterizan por su resiliencia, dada su naturaleza y medios; ahora bien, las posibilidades de éxito en el marco estratégico dependerán en buena medida de la capacidad de dotarse de nuevas tecnologías, que posibiliten las operaciones multidominio, aceleren los ciclos de decisión y respuesta y permitan contribuir eficazmente a la resiliencia global de la nación.

La innovación tecnológica y la experimentación han sido siempre parte intrínseca de la estrategia militar. La competición por la ventaja tecnológica en aquellas áreas contempladas en la Estrategia de Tecnología e Innovación de la Defensa es decisiva. Para ser eficaces, la relación entre el Ministerio de Defensa, la universidad y las entidades que componen la Base Tecnológica e Industrial de la Defensa debe ser lo más simbiótica posible.

Sin embargo, no es menos cierto que la transformación digital ha de ser emprendida también por la industria de defensa, preferentemente bajo el liderazgo de las empresas tractoras del sector, incrementando tanto su productividad como la calidad de unos productos que han de mantenerse permanentemente adaptados a las nuevas necesidades en materia de defensa. Por ello, y debido al alto ritmo de la evolución tecnológica, es imprescindible disminuir drásticamente los tiempos de obtención de los sistemas de armas, para responder en tiempo y forma a la demanda, evitando así un cierto grado de obsolescencia desde la misma entrada en servicio del sistema.

Actualmente, el sector civil actúa como tractor tecnológico, presentando las más importantes innovaciones, muchas veces en forma de tecnologías de uso dual. Por ello, es importante equilibrar la tradicional visión de tecnologías impulsadas por el cliente militar con esta capacidad innovadora.

Una de las enseñanzas que se ponen de manifiesto en el conflicto en Ucrania es la crudeza y el vertiginoso ritmo de las acciones hostiles en el ciberespacio

Industria de defensa
La adquisición de equipos y sistemas de armas a través de la industria de defensa española ha supuesto, generalmente, un compromiso ganador para ambas partes. También, la Agencia Europea de Defensa, la Cooperación Estructurada Permanente de la Unión Europea, así como la reciente iniciativa de Fondos Europeos de Defensa, muestran una clara voluntad de impulsar la base tecnológica industrial europea, obteniendo además una necesaria autonomía estratégica que elimine dependencias no deseadas.

Las tecnologías de interés para la Defensa abarcan la Inteligencia Artificial, la computación cuántica, la gestión de la información, los sistemas aeroespaciales, el armamento de energía dirigida, la nube de combate, la integración operativa de vehículos tripulados y no tripulados, las armas cibernéticas, los macrodatos, la robótica, la generación y almacenamiento de energía, los metamateriales y técnicas de fabricación avanzada, las capacidades no letales, etc.

Siendo esencial prestar gran atención a estas tecnologías, las Fuerzas Armadas deberán observar que su desarrollo y empleo, especialmente en robótica e Inteligencia Artificial, salvaguarden la autonomía humana, la proporcionalidad y la legitimidad en su uso futuro, respetando la legalidad.

Para conseguirlo, será fundamental un correcto diseño de la relación humano-máquina. La presentación de datos ha de ser necesariamente clara, amigable y efectiva, de forma que no sature al operador ni pase por alto información de importancia, manteniendo niveles aceptables de estrés de los operadores.

Nuevas formas de pensar
Dicho lo anterior, es importante subrayar que la tecnología es un poderoso aliado, un trampolín para el talento, pero no es un fin en sí misma, ni debe ser la protagonista. Pensar que la tecnología por sí sola resolverá nuestros problemas es un error. No hay transformación digital sin transformación cultural, que implica la incorporación de nuevos procesos que supondrán nuevas formas de decidir, de pensar, de actuar. Todo ello ligado a la evolución de la doctrina y el adiestramiento, manteniendo siempre el foco en nuestro personal, aferrándonos a nuestros valores y aposentando nuestra transformación desde una elevada fortaleza moral.

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