

Eduardo Costas
Catedrático de Genética en la Facultad de Veterinaria de la UCM. Académico Correspondiente de la Real Academia Nacional de Farmacia.
Biotecnología
El potencial insospechado para cambiar radicalmente nuestras vidas
La biotecnología tiene hoy en día más poder para cambiar las cosas que en ninguna otra época de nuestra historia. Podríamos hacer clones de cualquier humano o desarrollar personas con cerebros mucho más grandes. Incluso podríamos llegar a revivir a un neandertal. Domesticamos microorganismos que pueden conseguir cosas tan sorprendentes como enriquecer uranio. Sin biotecnología no seríamos la especie que hoy somos, ni mucho menos la que seremos.
La preocupación por el futuro –y el intento de predecirlo– es una de las características esenciales que nos hacen humanos. En buena medida nuestro éxito venidero dependerá de las nuevas disrupciones tecnológicas que permitan adaptarnos a un mundo en rápido cambio global, con problemas tan graves como el calentamiento climático, la pérdida de la biodiversidad, o la amenaza de pandemias globales.
Richard Gott (un físico de Princeton que seguramente es el científico que más acertadamente trabajó sobre la previsión matemática del futuro) desarrolló rigurosos procedimientos que demuestran que el futuro solo es previsible cuando es copernicano. Dicho de otra forma, el futuro es previsible si no hay disrupciones. Pero, aunque acertar en una previsión rigurosa sobre las disrupciones futuras parece ser conceptualmente imposible, vale la pena hacer una especulación científica sobre el tema.
Nuestra especie lleva unos 250.000 años sobre la Tierra. Durante el 95% de nuestra existencia hemos sido cazadores-recolectores nómadas viviendo en pequeños grupos. En ese tiempo nunca fuimos más de diez millones en todo el planeta, pues la caza y la recolección no proporcionaban recursos para una población mayor.
¿Qué tecnología disruptiva nos permitió desarrollar la sociedad actual altamente tecnificada? Fue la biotecnología
Sin embargo, el estudio de los fósiles de estos cazadores-recolectores (incluyendo la secuenciación de su antiguo ADN) revelan que eran prácticamente idénticos a nosotros. Si una máquina del tiempo trajese a nuestra época a bebés de estos cazadores-recolectores paleolíticos, sin duda podrían llegar a ser excelentes ingenieros. Igualmente nosotros, criados en el paleolítico, seríamos capaces de ganarnos la vida cazando y recolectando.
Biotecnología disruptiva
¿Qué tecnología disruptiva nos permitió desarrollar la sociedad actual altamente tecnificada? Fue la biotecnología.
Al desarrollar la agricultura y la ganadería (una disrupción biotecnológica que se desarrolló independientemente en varios lugares del mundo hace alrededor de 9.000 años como respuesta al cambio climático del Holoceno), se produjo el mayor cambio de nuestra historia. La biotecnología permite hoy alimentar a más de 8.000 millones de personas.
Se estima que en toda nuestra historia hubo alrededor de 110.000 millones de seres humanos. De ellos más de 80.000 millones murieron de una enfermedad infecciosa antes de cumplir los cinco años. También en este caso diversas disrupciones biotecnológicas (antibióticos, vacunas, higiene de alimentos, saneamiento del agua…) nos han permitido alcanzar una esperanza de vida al nacer de más de 80 años.
Hoy en día, la biotecnología todavía tiene muchísimo más poder de cambiar las cosas que en ninguna época pasada de nuestra historia. Desde mediados del siglo XX han trabajado más biotecnólogos que la suma de todos los que ha habido antes a lo largo de nuestra historia.

Hitos históricos
Así se han conseguido hitos tan impresionantes como la ingeniería genética, que permite cortar y coser ADN de distintas especies y obtener organismos transgénicos con características especiales (por ejemplo, bacterias con el gen de la insulina humana que producen esta hormona esencial que tienen que inyectarse los diabéticos).
También permite la secuenciación completa del genoma humano del ADN (que entre otras muchas cosas ha cambiado desde la manera de interpretar nuestra historia, hasta permitir un desarrollo espectacular de la medicina personalizada de precisión), o la edición genética mediante el sistema CRISP (que permite la modificación de un gen concreto o su inactivación, y está siendo muy útil como modelo para el estudio de enfermedades, para desarrollar nuevos fármacos y realizar terapia génica curando enfermedades genéticas).
Hoy en día se emplean microorganismos que trabajan como mineros o descontaminan productos extremadamente tóxicos
Biotecnología industrial
El potencial para la biotecnología industrial es también ingente. Por ejemplo, nuestro grupo ha conseguido enriquecer uranio utilizando microorganismos. De hecho, en Oklo (Gabón) funcionaron reactores nucleares millones de años antes que los construidos por el hombre, probablemente como resultado de ‘ingenieros microbianos’ que acumularon U235. Hoy en día se emplean microorganismos que trabajan como mineros o descontaminan productos extremadamente tóxicos. Muchos expertos estiman que la biotecnología empleando microorganismos (lo que algunos llaman domesticación de los microorganismos) será una disrupción comparable al menos con la aparición de la agricultura.
Detener el envejecimiento
En una de sus novelas, Isaac Asimov, que antes de ser un reputado autor de ciencia ficción y divulgador científico fue bioquímico, imaginó civilizaciones futuras donde la disrupción biotecnológica había logrado que los seres humanos se librasen de la enfermedad y el envejecimiento viviendo durante siglos en plenitud de facultades. Se trata de un viejo sueño.
Desde antiguo, miles de individuos de todo tipo buscaron –sin éxito– métodos para conseguir la eterna juventud. Por el contrario, hace años que la biotecnología consiguió, por ejemplo, tanto detener como adelantar considerablemente el envejecimiento de los tomates, logrando que maduren en muy pocos días o que permaneciesen verdes durante muchos meses. Tan solo se trata de conocer los genes y productos génicos implicados en el proceso de envejecimiento del tomate y actuar sobre ellos.
¿Por qué no hacerlo con un ser humano? Podría argumentarse que un tomate es un organismo mucho más simple y que lo que se hace con ellos es mucho más difícil hacerlo con humanos. Pero, a lo largo de la historia, la ciencia nos fue dando lecciones de humildad.

Humildad genética
La astronomía nos enseñó que habitamos un planeta que no es el centro del universo alrededor del cual giran los demás astros. De igual modo la biología nos da lecciones mucho más drásticas de nuestra insignificancia: por ejemplo, un tomate tiene alrededor de 35.000 genes, mientras un ser humano tiene menos de 30.000. Lo que para nosotros es un simple helecho tiene unas 100 veces más ADN que un humano. También los tiburones tienen más cantidad de ADN que nosotros.
Cuando la biología molecular estudió la enorme diversidad de organismos que pueblan nuestro planeta, nos dejó una enseñanza recogida en lo que quizás sea el aforismo más célebre de la genética: “Lo que se cumple en E. coli (una bacteria muy abundante en nuestro intestino), se cumple en E. lefante”. Indudablemente podemos hacer en humanos lo que hacemos en organismos experimentales.
Muchos expertos estiman que la biotecnología empleando microorganismos será una disrupción comparable al menos con la aparición de la agricultura
Vemos así que la biotecnología nos muestra un camino lleno de potenciales disrupciones que podrían cambiarlo todo.
Entre ellas, recordemos la clonación exitosa de la oveja Dolly (que nació en 1996). Sabemos lo suficiente como para clonar a humanos (algo que ya se ha hecho llevando a la cárcel a su autor). Podríamos hacer clones de cualquiera de nosotros. No es difícil, ni siquiera caro.
También conocemos mucho sobre el desarrollo de nuestros cerebros a partir de la cresta neural embrionaria y los genes que lo controlan. En nuestra mano está desarrollar humanos con cerebros mucho más grandes y complejos que el nuestro.
Michael Crichton (formado en biología molecular en la Facultad de Medicina de Harvard) planteó ‘revivir’ dinosaurios en ‘Parque Jurásico’. Hoy en día hemos recuperado y secuenciado mucho ADN del genoma de los neandertales. Resulta mucho más tentador revivir a un neandertal, una especie humana con complejas manifestaciones culturales y un cerebro significativamente mayor que el nuestro.

Compromiso ético
La biotecnología ha traído disrupciones importantísimas. Acabamos de derrotar a una pandemia que pudo diezmarnos desarrollando una vacuna de ARN en un tiempo récord. Los diabéticos se inyectan insulina producida por ingeniería genética en bacterias en las que se han insertado genes humanos.
Son logros ingentes, pero ante el potencial de la disrupción biotecnológica cabe pensar: ¿por qué aún no hemos desarrollado todo este ingente potencial?
Tras la Segunda Guerra Mundial, buena parte de los mejores físicos del Proyecto Manhattan se pasaron a la biología –que consideraban la ciencia del futuro–, contribuyendo significativamente a su desarrollo. Pero a principios de los años 70 del siglo pasado el rápido desarrollo de la biología molecular causó una enorme preocupación entre los científicos. ¿Había límites que la investigación en biología no debería traspasar? El premio Nobel Paul Berg lideró una campaña al respecto. Desde entonces, por mera convicción, hay numerosos temas de investigación biotecnológica que son tabú.
Hay numerosos temas de investigación biotecnológica que son tabú
Sin duda el desarrollo de la biología molecular permite que hoy en día hubiese disrupciones biotecnológicas extraordinarias. Fueron los límites autoimpuestos por los propios biotecnólogos los que frenaron y siguen frenando disrupciones que hubiesen hecho que el mundo actual fuese muy diferente a lo que es. Pero entonces la biotecnología habría maximizado la desigualdad.
De manera similar a lo que ocurrió a principios de los 70, hoy en día destacados expertos plantean establecer límites al desarrollo de la Inteligencia Artificial tal y como hicieron los biotecnólogos a principios de los 70.
De momento los biotecnólogos seguimos a rajatabla la máxima “Primun non nocere”. Nadie sabe qué nos deparará el futuro, pero sin duda las mayores disrupciones biotecnológicas se producirán si alguna vez traspasamos este límite.