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J. Ramón Izquierdo

Ingeniero de Telecomunicación y surfista.

J. Ramón izquierdo. Relato de un Teleco náufrago

Aunque su experiencia fue casi un milagro, no fue hasta 35 años después cuando J. Ramón Izquierdo tuvo la necesidad de contarla en un libro. Su aventura aconteció el 28 de septiembre de 1988: haciendo surf en las costas de Conil el viento le llevó mar adentro hasta que al día siguiente lo pudieron rescatar. Toda una noche a la deriva sobre la tabla. Él mismo reconoce que pudo sobrevivir, en gran parte, por su ‘mentalidad de teleco’ y su capacidad de resiliencia ante las adversidades.

Cuando me propusieron escribir un artículo en la revista BIT sobre mi aventura, a mí sólo me salió decir… no tengo mucho que contar, tan sólo soy una persona que sacó una historia del baúl de los recuerdos y escribió un libro para contarlo. Pero los editores de la revista me dijeron: tu historia es muy impactante y no deja indiferente a nadie. Nos encantaría que la compartieras con todos nosotros. Entonces, me decidí a colaborar y escribir este artículo.

Digamos que os voy a contar fragmentos de una historia contenidos en un libro publicado el año pasado, cuyo título es ‘Gracias, Atlántico,’ (disponible en Amazon), así como mis vivencias y sensaciones en aquellos momentos, y cómo influyó y determinó el desenlace mi formación como Teleco.

¿De qué va la historia? Muy sencillo, y así lo describe la sinopsis del libro: “septiembre de 1988, playas de Conil. Tres jóvenes apuran sus vacaciones aprendiendo windsurf. Pero la fuerza del océano Atlántico y el devenir de los acontecimientos convierten ese día en una auténtica odisea. Un relato de supervivencia, autosuperación y amistad, contado de forma descarnada y sincera por su protagonista, que nos hace vivir su aventura como si estuviéramos allí con él”.

Y ahora llegan las preguntas y los motivos… ¿Cómo es posible que una persona con casi 60 años, cuando ya han pasado unos 35 desde que ocurrió esta aventura, decida ponerse a remover los recuerdos, a veces desagradables y probablemente olvidados voluntariamente, para plasmar en una novela autobiográfica aquella vivencia?  Pues muy sencillo, por lo siguiente.

Me he pasado años rememorando esta historia en reuniones de familiares y amigos de forma variopinta, según mi estado de ánimo, pero siempre intentando que no me afectara, restándole importancia, considerando tal vez que era un episodio de mi vida que ya había superado y al que no tenía por qué prestar atención. Algo así como un tatuaje en la ingle que, si quieres lo enseñas y si no quieres no, pero es algo muy tuyo que tú y unos pocos conocen, y que compartes con quien quieres y, sobre todo, compartes lo que quieres.

Pero la vida es de ida y vuelta y cuando murió mi padre en septiembre de 2019 tras una larga enfermedad, quedándome huérfano de padre y madre, llegaron mis momentos de paz y reflexión interior sobre mi vida, y descubrí que me quedaba algún capítulo por cerrar.

 

Sentí un deseo irrefrenable de compartir con todos, a modo de agradecimiento, cómo viví aquellos momentos y cómo influyeron en mi vida

 

Y uno de ellos era este: contar al mundo mi vivencia de aquel día en las Playas de Conil, con todo el nivel de detalle y honestidad que pudiera transmitir. Sentí un deseo irrefrenable de compartir con todos, a modo de agradecimiento, cómo viví aquellos momentos y cómo influyeron en mi vida a partir de ese día. El deseo de que mi historia personal se perpetuase a lo largo del tiempo, contada de una sola forma y sin tapujos, sin filtros…

Pues dicho y hecho, me puse con ello. Y así, de la noche a la mañana (no exactamente) pasé de ser un teleco más a ser, además, un ‘escritor’ de aventura con mi novela. ¿Un sueño cumplido? Por supuesto, pero más bien para mí una deuda saldada con la sociedad y con todos aquellos que pusieron mucho empeño en que yo continuara con vida aquella noche.

La aventura que sufrí es aparentemente sencilla a la vez que impactante: por un cúmulo de casualidades aquel 28 de septiembre de 1988 pasé toda la noche a la deriva sobre una tabla de windsurf, siendo rescatado a la mañana siguiente en una operación casi imposible. Y hoy lo puedo contar. Y estoy vivo y coleando, en gran parte debido a mi mentalidad firme de estudiante (entonces) de 5º de Teleco.

Sí, así fue, así lo sentí y así lo relato en mi libro. Si hay algo que me ha enseñado esta carrera es a sobrevivir en entornos hostiles. Suena muy duro, pero así es… Resiliencia, palabra que en 1988 no se había acuñado aún en el diccionario español, es el adjetivo que mejor define a los que acabamos esta carrera.

 

Si hay algo que me ha enseñado esta carrera es a sobrevivir en entornos hostiles. Suena muy duro, pero así es

 

No conozco a ninguno de mis compañeros de carrera que no haya tenido una capacidad de sufrimiento y determinación fuera de lo común para poder terminarla. Ni los buenos estudiantes. Ni los menos buenos. Ni los que íbamos arrastrando asignaturas cada año como las latas que enganchas a un coche de recién casados. Que caíamos en la lona una y otra vez… que nos levantábamos de nuevo… que peleábamos por un ideal superior, lograr licenciarnos como Ingenieros de Telecomunicación… carácter, perseverancia, capacidad de trabajo.

Esa es la impronta que te deja ser teleco. Capacidad de análisis, toma de decisiones rápida, resistencia a la frustración… “keep on pushing”, que dirían los anglosajones. Nada más y nada menos.

Así lo relato en mi libro en un pasaje: …”Mira, tengo solo veintitrés años recién cumplidos. He sido bastante feliz, eso no te lo niego. Pero tengo un montón de cosas a medias que no puedo dejar: no he acabado mi carrera de Teleco… tengo todavía que acabar, ponerme a currar, labrarme un futuro, casarme, tener hijos, etc.”.

Si te has quedado con curiosidad de saber qué pasó, te saco de dudas: al final me salvé, pero si quieres conocer con todo detalle una historia que no te dejará indiferente, no dejes de leer el libro. Gracias por tu tiempo y hasta pronto.

 

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