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Tribuna

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Teresa Pascual Ogueta

Ingeniera de Telecomunicación.

El planeta y quienes vivimos en él

Desde el punto de vista de la ingeniería, no tiene ningún sentido la escasísima durabilidad de los dispositivos electrónicos actuales. Como consecuencia de ello, se generan desechos contaminantes y se necesita la extracción de materiales escasos para producir el producto que le sustituye

Nuestra relación con el medio ambiente es contradictoria. Conocemos lo que sucede pero, hay una pugna con muchos intereses en juego a la hora de afrontar la situación.

Desde hace años, algunos hoteles informan a sus clientes de la cantidad de agua y de detergente que se necesita para lavar tantas toallas. Para velar por el medio ambiente, piden que se utilicen más de un día. Parece una propuesta lógica, pero el precio de la habitación no varía, así que la principal beneficiaria es la propiedad del hotel,
que obtiene los mismos ingresos con menores gastos. El medio ambiente parece una buena excusa.

La realidad nos recuerda una situación más acuciante. Después del último temporal, la prensa recuerda que un informe geológico, de hace quince años, avisaba de que en el levante peninsular pasaría lo que acaba de ocurrir. Para que no se repita este desastre en la costa, proponen, entre otras cosas, que hay que deconstruirla. Es decir, demoler todo lo edificado junto a la orilla marítima y trasladar las construcciones al interior. De esta manera se recuperarían las playas para que actúen como barrera natural. Reponer lo dañado costará millones de euros que se perderán con la próxima borrasca.

Tampoco se tomaron medidas serias cuando se demostró que un prestigioso fabricante de automóviles había engañado al organismo regulador con las emisiones de sus motores. Hubo un escándalo, que se fue amortiguando al tiempo que se conocía que otros fabricantes hacían lo mismo. Parece como si no se supiera que la contaminación ambiental afecta gravemente a la salud.

Conciencia del problema y maneras de abordarlo

Desde otros puntos de vista, hay una presión cada vez mayor para reducir la ingesta de carne en la sociedad occidental, la más consumidora. Más allá de consideraciones nutritivas, se está promoviendo la creencia de que las vacas contribuyen al calentamiento global del planeta. Oyendo a quienes dicen saber sobre esto, es fácil que nos convenzan porque quienes escuchamos no tenemos manera de comprobar la fiabilidad de los datos que aportan. Algo parecido ocurre cuando prestamos atención a quienes publican que lo que se necesita para alimentar a toda la población, a base de los recursos vegetales, sería muy perjudicial para el medio ambiente.

En medio de la preocupación sobre el consumo de carne, quienes compramos estamos pagando doble, por un lado, adquiriendo recursos innecesarios y por otro deshaciéndonos de ellos. La compra de cualquier producto exige el desembolso por el producto en sí y por el envoltorio. Un envoltorio exagerado, a menudo innecesario, que nos invita a comprar o que nos obliga a adquirir más producto del que deseamos. Una vez adquirido el artículo, debemos desprendernos del embalaje. Un nuevo esfuerzo y más gasto para quien compra porque de nuestro bolsillo sale el pago a las empresas que retiran ese desecho. Los deshechos más contaminantes se retiran, pero no se eliminan y se acumulan en vertederos.

A pesar de que somos más sensibles al problema medioambiental, se mantienen costumbres que no ayudan a solucionarlo. Son, por ejemplo, las grandes tiendas con el aire caliente sobre las puertas abiertas en invierno o las terrazas al aire libre con estufas.

Ingeniería y medio ambiente

Quienes crecieron en España, antes de que acabara la década de los setenta del siglo pasado, recordarán cómo se evitaba el consumo de recursos naturales y la generación excesiva de residuos. No se tiraba nada, ni botellas de cristal, ni ropa; tampoco era habitual la vajilla de un solo uso. Los electrodomésticos admitían el mantenimiento y la ropa se arreglaba. No es cuestión de volver a momentos de penuria como proponen quienes no conocen la escasez. Los pañales desechables, compresas y tampones, entre otros muchísimos ejemplos, fueron y son un importante avance higiénico y sanitario. Esa austeridad venía impuesta porque era más barato reciclar que comprar.

Desde el punto de vista de la ingeniería, no tiene ningún sentido la escasísima durabilidad de los dispositivos electrónicos actuales. Como consecuencia de ello, se generan deshechos contaminantes y se necesita la extracción de materiales escasos para producir el producto que le sustituye.

Aunque se aduce que evitarlo frenaría el crecimiento y la innovación, hay sectores como el aeronáutico, que está fuertemente regulado, donde la industria de la innovación y la del mantenimiento conviven y son potentes. Se da la paradoja de que es posible volar en un avión con más de veinte años con total seguridad y un equipamiento convenientemente actualizado, al tiempo que se ha de cambiar cualquier electrodoméstico casero cada cinco años porque deja de funcionar y no se puede arreglar.

No se debe consentir la obsolescencia programada, la sufre el planeta y quienes tenemos que comprar. La economía, como ha ocurrido tantas veces, se adaptará y encontrará el crecimiento por otras vías.

Resistencia al cambio

Nuestra preocupación por el medio ambiente se ve influida por el precio y por lo que queremos obtener. Tratamos de comprar más y a menor coste y las empresas tratan de obtener el máximo beneficio, al mínimo coste, en el menor tiempo posible. Ya estamos sufriendo los efectos de actuar de esa manera, pero no es fácil cambiar porque hay muchos intereses en juego. Unos personales en cuanto a cambiar hábitos de consumo y otros empresariales.

Una noticia reciente es significativa. El parlamento federal alemán no ha aprobado la reducción de la velocidad en las autopistas. Las encuestas decían que la ciudadanía está a favor de esta medida porque disminuyen las víctimas mortales y se reduce la contaminación, pero quienes se opusieron, y ganaron, temían causar serios problemas a los fabricantes de los coches más potentes. Cambiar tiene un precio, pero no hacerlo está suponiendo un coste superior,

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