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Tribuna

Javier Domínguez

Javier Domínguez

Ingeniero de Telecomunicación.

El Teleco que seremos

La habilitación profesional podría comprender un sistema de acreditación que valore el currículum académico, la experiencia laboral y el aprendizaje continuo

Reflexionar sobre el rumbo que seguirá la Ingeniería de Telecomunicación exige imaginarla en posibles futuros contextos tecnológicos y sociales. Desde estas perspectivas se podrá sugerir un nuevo modelo, académico y profesional, innovador que permita desenvolverse con confianza y prestigio.

Ni apañar el equipaje del presente ni, mucho menos, reciclar el del pasado alcanzan para explorar el porvenir de la Ingeniería de Telecomunicación. Como todo futuro que se precie afrontará desafíos e incertidumbres. Pero no hay que inquietarse: la transformación digital, iniciada allá por los setenta, y la liberalización desde los noventa nos acostumbraron a evolucionar, resolver dilemas y aprender continuamente (incluso al equivocarnos, que es cuando más se aprende).

Creo que en la actualización en 2009 de los requisitos para la obtención del título profesional de Ingeniero de Telecomunicación –motivada por la reforma de las enseñanzas técnicas en el marco común europeo– no anticipamos el impacto del abierto y universal ciberespacio que, paradójicamente, estábamos desarrollando.

Mientras nos afanábamos por preservar el modelo habilitante precedente, ese espacio tecnológico se convertía en un vivero de innovación, fomentando nuevas disciplinas y titulaciones académicas en las que se ha diluido el protagonismo de los profesionales de las telecomunicaciones.

Ahora, al reflexionar sobre el rumbo que seguirá la Ingeniería de Telecomunicación, es ineludible imaginarla en posibles contextos venideros. Cuentan que en el futuro las siempre esenciales ondas electromagnéticas convivirán con los descubrimientos de la física cuántica, los desarrollos de la nanotecnología, la inteligencia de los algoritmos, las constelaciones de satélites… Es un universo complejo e incierto, pero seguro habrá quienes ayuden a interpretar, sin aroma de ‘marketing’, el impacto en las telecomunicaciones de la pronosticada disrupción tecnológica.

 

 

Debemos considerar, además, el contexto industrial y social en el que habrá de desenvolverse el ejercicio profesional. Integramos una realidad transnacional (la UE) donde la juventud se mueve con dinamismo y solvencia, y donde las telecomunicaciones son reconocidas como algo sustancial; cualquier opción de futuro tendrá que prestar atención a las oportunidades que ofrece esta integración y adaptarse a sus circunstancias.

Desde estas perspectivas importa definir unos planes de estudio realistas que desarrollen los fundamentos necesarios para abordar, confiados, futuras décadas de actividad profesional y de formación permanente.

En cuanto a la habilitación para el ejercicio regulado de la profesión, y que ahora se concede solo con un máster específico, ¿podría articularse un sistema de acreditación que valore los currículums avalados por instituciones académicas reconocidas, que aprecie la experiencia laboral y el aprendizaje continuo, y que atienda las demandas de la sociedad y de las empresas?

Contamos con la ‘marca teleco’, registrada, acreditada y consolidada. Exploremos con ella el futuro de la Ingeniería de Telecomunicación con el ánimo de renovar el actual modelo -formativo y habilitante- por otro que sea vanguardista, flexible y motivador. Aconsejable no sobrecargar el equipaje con un bagaje, como el del que suscribe estas líneas, que ofrezca más pasado que futuro y acreciente el riesgo de complacerse en el ayer.

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