Aunque sea muy sofisticada y exitosa, ¿se puede considerar a la IA una mera herramienta que nos va a ayudar a dar saltos extraordinarios de productividad y eficiencia? Creo que la respuesta evidente es que no. Los mayores expertos en este campo lo dicen, y los hechos les van dando la razón. La IA moderna representa una nueva manera de conocer la realidad que hasta ahora sólo estaba revelada a través de la inteligencia humana, y esto supone un nuevo escenario inédito desde que el hombre es consciente de ser hombre.
La IA generará otra manera de ver y de actuar, y sus planteamientos en ningún modo tendrán que coincidir en la manera en que el razonamiento humano resolvería el problema o realizaría la tarea encomendada. Es una situación que nunca antes se había producido. Tenemos una inteligencia, muy distinta a nosotros que compite y funciona de manera paralela a la nuestra.
Los orígenes
Y ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Si nos centramos sólo en los avances del aprendizaje profundo (deep learning) no podemos dejar de referenciar a Geoffrey Hinton, último premio Nobel de Física, otorgado, entre otras cosas, por el desarrollo del algoritmo de retropropagación para entrenar redes neuronales multicapa, cuya primera versión la tenemos disponible desde el remoto 1986.
La potencia y capacidad de las GPU para el procesamiento masivo (y ahí tenemos el crecimiento exponencial de Nvidia como empresa), la disponibilidad de grandes conjuntos de datos y las redes y comunicaciones de última generación, con extraordinarios anchos de banda y muy poca latencia, han conformado un escenario en que esos algoritmos encuentran su capacidad real de conseguir que las máquinas aprendan y puedan de verdad tomar decisiones. Y esto es sólo el principio.
Isaac Asimov, en los célebres postulados que escribió sobre robótica en los años 50 del siglo pasado, ya propuso tres reglas sobre cómo debían actuar los robots en su comportamiento frente al ser humano. Estas reglas debían estar imbricadas en la estructura del pensamiento del robot y le impedían actuar contra una persona en todo momento.
Por supuesto, todavía no hemos llegado a esto, pero todo se andará. Lo que conocemos como IA General (AGI – Artificial General Intelligence) es todavía un proyecto a largo plazo en el que los sistemas tendrán la capacidad de entender, aprender y aplicar conocimientos de manera parecida a cómo lo hace un ser humano.
Ahora estamos con lo que se llama IA aplicada o IA débil (Narrow AI o Weak AI), que permite resolver problemas concretos y no tiene capacidad para generalizar conocimiento más allá de su ámbito de actuación.
Las grandes potencias y grupos empresariales están invirtiendo cantidades ingentes de dinero para conseguir alcanzar mayores cotas de conocimiento y aptitud de las IA controladas por ellos. Y esta carrera es imparable, porque se juegan la preponderancia a nivel mundial, como naciones, y a nivel empresarial, como líderes en su modelo de negocio.
Esta reflexión nos debe llevar a inferir que la humanidad debe tener leyes consensuadas por todos con el fin de garantizar que la IA actúe de manera segura y ética en un mundo que queremos que siga siendo controlado por humanos.
El papel de los telecos
¿Qué podemos hacer nosotros como Ingenieros de Telecomunicación y, por tanto, enamorados de la tecnología? En mi opinión, de ninguna manera podemos obviar, no debemos quedarnos pasivos.
Es imperativo actuar para ayudar a que nuestra sociedad, y cada uno en el ámbito en el que se mueve, sea un defensor de la rápida adopción de estas tecnologías. Por supuesto, colaborar a que las empresas de nuestro entorno (fundamentalmente Pymes en España), tengan la capacidad de adoptar una IA eficiente que les ayude a engancharse a esta rueda.
De este modo, se pueden dar unas pautas que rompan el miedo a entrar en este mundo de la IA y así impedir que otros competidores los sobrepasen en un futuro cercano por su ganancia de competitividad.
Elementos fundamentales son la identificación de procesos ineficientes o altos costes de operación que, a través de un diagnóstico previo, les permita identificar flujos de trabajo que son susceptibles de automatización con la IA. También es fundamental modelar los procesos de negocio para que les ayude a conocer dónde están las tareas repetitivas y manuales que pueden rápidamente ser sustituidas.
Otro aspecto para valorar sería realizar proyectos piloto que permitan evaluar el impacto que puede tener la IA en su negocio y con ello realizar ajustes y así minimizar riesgos. Por último, sería muy positivo crear una cultura de gestión del cambio en la que los empleados y directivos estén capacitados para realizar un apoyo continuo para la integración de la IA en los procesos diarios.
Y en este punto volvemos a la pregunta de partida. Y ahora sí, la IA se puede considerar como una herramienta, que, además, representa un habilitador transversal y común para el resto de las tecnologías y, que su pronta adopción, nos permitirá mejorar rápidamente y con poco esfuerzo nuestra productividad y eficiencia.
Pero también es algo más: vamos caminando hacia IA General, seguramente sin darnos mucha cuenta, y esto representa un reto al que la humanidad se tiene que enfrentar y no demasiado tarde.
La buena noticia es que todo esto nos apoya, aún más si cabe, como profesión y permite que un Teleco se convierta en un actor fundamental en esta nueva etapa o revolución que estamos empezando a vivir como sociedad.