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Tribuna

Ramón Millán

Ramón Millán

Ingeniero de Telecomunicación certificado en CCSK y CCSP.

La cultura de la brevedad en internet

El ritmo actual de consumo de información nos hace reducir nuestra atención

 

La mayor parte de los usuarios solo leen los primeros párrafos de un artículo

En el artículo ‘Los nativos digitales y la peligrosa cultura de la inmediatez’ (BIT 214), explicaba cómo las nuevas tecnologías estaban impactando negativamente en la personalidad de varios de nuestros jóvenes por el hecho de que siempre han vivido en la inmediatez. El hecho de acostumbrarse a alcanzarlo todo rápidamente, en cualquier momento y lugar, desde muy pequeños, puede afectar a cualidades como la paciencia, el esfuerzo, el compromiso... Este fenómeno genera cada vez más preocupación en la sociedad y cada vez tenemos más artículos y estudios de psicólogos analizando este trastorno.

En este artículo quiero presentar otro riesgo que está propiciando el auge de internet: la búsqueda continua por la brevedad. Hoy en día estamos sobrepasados por una avalancha de información, que tratamos de consumir con rapidez. Un creciente número de estímulos se disputan nuestra atención, por lo que han de ser muy persuasivos para que tengan éxito. La extensión y la complejidad requieren de concentración; por lo tanto, la brevedad es un factor imprescindible. Como señala un popular refrán español: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. El autor de la frase fue Baltasar Gracián, un escritor aragonés del siglo XVII, quien añadía en su ‘Oráculo manual y arte de prudencia’: “Y aun lo malo, si poco, no tan malo”.

Las redes sociales como Facebook, Instagram, TikTok, Twitter o YouTube han sustituido en el consumo de información a los medios tradicionales, como los periódicos, revistas, televisiones o radios. En esta transición, los formatos cortos se han popularizado: tenemos los tuits, los reels, los tráilers, los podcasts, los whastapps, los shorts, los emoticonos, los memes, los videoclips… Sin lugar a dudas, Twitter y TikTok han sido las dos redes sociales más beneficiadas por la búsqueda de la brevedad.

Twitter se ha convertido en el medio más popular para escribir mensajes de forma rápida y sencilla. Esta plataforma de microblogging comenzó ofreciendo 140 caracteres por mensaje, aunque ahora soporta hasta 280. Aunque es una red eminentemente textual, también ha introducido contenidos audiovisuales. Twitter contaba con unos 486 millones de usuarios en julio de 2022, de los que alrededor de la mitad son usuarios activos a diario. A pesar de sus indiscutibles beneficios, ha sido desde sus inicios una plataforma proclive al abuso, al acoso, a las discusiones de odio, a la diseminación de noticias falsas… Como no hay un sistema de verificación de la identidad de los usuarios y el control de los mensajes es complicado, los usuarios tóxicos han proliferado, como los bots, los trols, los haters…

TikTok es la plataforma de compartición de vídeos cortos más popular, sobre todo entre los niños y adolescentes. Permite tanto la creación y edición del vídeo como su compartición. Empezó soportando vídeos de 15 segundos, aunque en la actualidad admite hasta 10 minutos. Sin embargo, son los vídeos cortos los más populares. A finales del 2021, los jóvenes veían una media de 91 minutos al día en TikTok comparado con los 56 minutos al día que pasaban en YouTube. Este año, TikTok superará a YouTube en cuanto a tiempo de visionado medio, lo cual es algo realmente sorprendente, considerando la corta duración de sus vídeos. TikTok ha sido acusada de trabajar espiando para el gobierno chino, de tener problemas de privacidad, de potenciar conductas adictivas entre sus usuarios…

El ritmo actual de consumo de información nos hace reducir nuestra atención: los medios ofrecen continuos titulares de los que recibimos notificaciones, los algoritmos de Inteligencia Artificial de las redes sociales nos envían sugerencias de contenidos de personajes que nos generan bien odio o bien rechazo para fomentar que los veamos y contestemos… En un entorno tan saturado de estímulos compitiendo ferozmente por nuestra atención, lo que suscita un like o dislike, así como un comentario o un reenvío rápido, es un titular o un resumen llamativo. La mayor parte de los usuarios solo leen los primeros párrafos de un artículo o ven los primeros segundos de un vídeo.

La limitación de la extensión en los textos en Twitter o de los vídeos en TikTok da lugar a una simplificación extrema de la realidad. Los mensajes son cada vez más superficiales, tratando de resumir en unas pocas frases temas muy complejos y profundos, llenos de matices. Evidentemente, esto fomenta las reacciones radicales e irreflexivas y los mensajes de odio se retroalimentan creciendo en intensidad y rapidez. Los debates respetuosos y razonados, de los que se puede aprender, son cada vez más escasos en las redes sociales. Es más: los propios algoritmos de Inteligencia Artificial de las redes sociales resaltan contenidos que creen que pueden ser interesantes para nosotros, reduciendo así nuestra exposición a otros puntos de vista.

Si acusamos a la televisión de ofrecer demasiada telebasura… ¡qué tendríamos que decir de internet! En la televisión, al menos, siempre ha habido reguladores, hay varios profesionales con preparación y educación, los generadores del contenido no pueden protegerse en el anonimato… En las redes sociales, además de los usuarios tóxicos, la difusión de noticias falsas y bulos se han convertido en un problema muy serio, pues además muchos de los usuarios no las identifican como tales. Este fenómeno lo vemos a diario en la polarización política: en muchas ocasiones se cortan unos segundos de una explicación o discurso, abriendo un debate radical y violento sobre una frase sacada completamente de contexto.

Nos dirigimos a un nuevo mundo donde las máquinas pensarán por sí mismas, gracias a la Inteligencia Artificial y al aprendizaje automático… Pero, mientras tanto, la irracionalidad, la intolerancia y la falta de respeto entre los seres humanos va en aumento. Si seguimos por este camino, hay muchas probabilidades de que este nuevo mundo, si no nos autodestruimos antes con una guerra nuclear o un desastre climático, sea dominado por máquinas.

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