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Tribuna

David Calle

David Calle

Fundador de unicoos.com.

Más allá de la profesión: El profe ‘teleco’ que arrasa en YouTube

Me dijeron: “hazte teleco, es lo tuyo”. Nunca podré agradecérselo lo suficiente

 

Ojalá enseñáramos a nuestros alumnos a adaptarse a los cambios y no a aprenderse la tabla periódica

David Calle estudió Ingeniería de Telecomunicación gracias al consejo de sus profesores de instituto. Ahora es él quien imparte matemáticas, física, química y tecnología a estudiantes de secundaria, bachillerato y primeros años universitarios. Lo hace a través del canal de YouTube Unicoos, con el que ha llegado a millones de personas en todo el mundo. Ya supera los 260 millones de visitas y más de 1,5 millones de suscriptores. Nos lo cuenta en primera persona.

Siempre quise ser Han Solo. Desafortunadamente para mí, en aquella época de idealista, romántico y soñador, me tocó inexorablemente ceñirme a la realidad. Era un chaval de Ciudad 70, un barrio dormitorio en una ciudad dormitorio, Coslada, a las afueras de Madrid, en los años 70.

Infancia en los años 70
En el colegio, si nos remitimos al mundo exterior, siempre me fue bien. Era ese chaval responsable que sacaba siempre dieces. A la vez, visitaba psicólogos para que intentaran hacerme entender que lo de ser hiperactivo estaba bien si quería practicar tres deportes a la vez pero incompatible con portarme bien en clase. Así transcurrió mi infancia. Que conste que tuve maestros excepcionales, pero cada día mi madre recibía una nota en la que se rogaba yo fuera menos, digamos, activo. Era un trasto, buena gente, pero un trasto. Movidito, dirían algunos padres a día de hoy. Pero sacaba dieces, así que no problem…

En esa época devoraba todos los libros que había en mi casa. Principalmente novelas. Verne, Dumas, London, Melville, Dickens, Doyle… Y todo lo que tuviera que ver con Astérix, Tintín o Mortadelo y Filemón. En la tele, ‘La Bola de Cristal’, ‘Érase una vez el hombre’ o ‘Mazinger Z’. No teníamos internet, ni ordenadores…

Adolescencia y suspenso en matemáticas
Llegó el instituto. El primer año, por la tarde. Cosas de algunos políticos que no saben sumar y no supieron prever con años de antelación que solo había un instituto en Coslada para el doble de alumnos que podía asumir. Ese chaval que sacaba dieces debía sobrevivir en otro entorno diferente. Tocaba adquirir otras habilidades; afortunadamente puedo considerarme extrovertido. Afortunadamente, además, me encontré a profesores que, años después y echando la vista atrás, me sirvieron de inspiración y a los que, sin duda, más allá de mi familia, les debo ser quien soy.

Porque, gamberradas ‘inocentes’ aparte, esos ‘profes’ no se rindieron conmigo y me acompañaron hasta el final, hasta el momento de elegir carrera, tras acabar el COU (ahora segundo de Bachiller). En ese último año, mi madre, tras suspender los tres primeros exámenes de matemáticas, me apuntó a una academia. Ese momento, sin saberlo (lo descubriría más de una década después), cambió mi vida. Mi profesor de academia, Pedro (intento visitarle una vez al año), me dio en dos días todas las lecciones que necesitaba hasta ese momento.

El primer día me quitó de la cabeza ser Han Solo, y mucho menos piloto. “Eres miope”, me dijo, “olvídate”. A partir de ahí, tienes dos opciones: quejarte amargamente o intentar ser todo lo mejor que puedas llegar a ser. Ese año no saqué más de un siete en examen alguno de matemáticas, física o química. Pero siempre intentó que no me afectara. “Vas por el buen camino”, decía. “Lo importante es que te estás esforzando y dando lo mejor de ti”. En selectividad (ahora la EVAU) saqué un diez en todas ellas, podía elegir la carrera que quisiera. Uno de mis profes del instituto, que también se llamaba Pedro, el de filosofía, me llevó a su casa para hablar con su mujer, Ingeniera de Telecomunicación.

 

“Hazte teleco”
“Me encantaría ser profesor. O estudiar biología o astrofísica”, les dije. “Ni se te ocurra”, me dijeron. “Hazte teleco, es lo tuyo”. Nunca podré agradecérselo lo suficiente.

Les hice caso. Al acabar la carrera, de becario en IBM pasé a sueldo indefinido en Siemens. De allí (eso da para otro artículo) a consultor de radiofrecuencia en las principales multinacionales del momento. Se acaba el despliegue de red, nos vamos al paro todos los Ingenieros de Telecomunicación en España… Del paro a profesor de academia (había que pagar la hipoteca). De profesor de academia a YouTube… La vida da muchas vueltas. Pero afortunadamente me enseñaron a adaptarme a los cambios, no me diseñaron para el futuro, incierto siempre.

Profesiones del futuro
Sobre las profesiones del futuro, nunca he creído en ello. ¿Qué futuro? ¿Sabes cuál será? Nunca he tenido claro que exista eso que se llama ‘profesiones del futuro’. Decía Darwin que la especie más fuerte no es la que sobrevive, sino la que mejor se adapta a los cambios. Ojalá enseñáramos a nuestros alumnos a adaptarse a los cambios y no a aprenderse la tabla periódica.

No sé si mi vida hubiera sido mejor o peor (habría que definir qué significa tener éxito), pero a día de hoy estoy convencido de que soy el profesor que soy (mejor o peor) porque soy ingeniero y de algún modo intento, siempre que puedo, trasladar lo que enseño al mundo real. También soy el profesor que soy gracias a los profesores que tuve y su amor incondicional. También tengo claro que fui inmensamente feliz como Ingeniero de Telecomunicación.

Si tienes mala cobertura en Valencia, Alicante, Asturias o Galicia, lo siento; a día de hoy es culpa mía. Pero si quieres aprender a integrar, derivar o hacer una matriz inversa… #nosvemosenclase. Hasta luego. Ciao.

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