El sector tecnológico salió reforzado de la situación vivida con el COVID debido a la necesidad de mantener la actividad laboral, el comercio y el ocio durante las restricciones a la movilidad y los confinamientos. Mientras la mayoría de los sectores (turismo, hostelería, automoción, espectáculos, comercio al por menor no alimentario, etc.) sufrían un gran deterioro, la demanda de servicios digitales no paraba de crecer. Esto derivó en una burbuja bursátil, contrataciones masivas y, en varias startups, un notable crecimiento de la deuda aprovechando la enorme liquidez inyectada por los principales bancos centrales y los bajos tipos de interés.
Lo que eran crecimientos espectaculares de doble dígito en ingresos durante los años 2020 y 2021 se convirtieron en una ralentización desde mediados de 2022 y, en consecuencia, se acabaron las valoraciones en bolsa a múltiplos desorbitados. Además de la vuelta a la ‘nueva normalidad’, las razones de esta desaceleración son muy diversas: la alta inflación y su impacto en salarios de empleados y suministros, el alto coste energético, los problemas en las cadenas de suministro, la situación geopolítica y desglobalización, la incertidumbre en cuanto a la demanda futura…
La subida de tipos más rápida de la historia ha tenido también un sensible impacto en las startups más pequeñas. La quiebra el pasado marzo de SVB (Silicon Valley Bank), un banco de inversión especializado en financiar a startups tecnológicas, ha generado una mayor desconfianza en este sector. SVB era uno de los bancos más grandes de Estados Unidos y el mayor de Silicon Valley, contando con unos activos de 212.000 millones de dólares en diciembre de 2022.
Las expectativas de crecimiento que había tras la pandemia no eran realistas y, para reducir costes, la mayoría de las empresas han optado por recortar sus plantillas. Sin embargo, también hay excepciones; por ejemplo, los CEO de Apple e Intel han evitado los despidos mediante otras medidas, como el recorte de sus propios sueldos y el de otros directivos.
Despidos masivos
Entre otros anuncios de despidos masivos, tenemos: Phillips con 10.000 (12% de la plantilla) entre octubre de 2022 y enero de 2023, Twitter con 3.700 (50% de plantilla) en noviembre de 2022, Meta con 21.000 (25% de la plantilla) entre noviembre de 2022 y marzo de 2023, Amazon con 18.000 (5% de la plantilla) entre noviembre de 2022 y enero de 2023, Cisco con 4.100 (5% de plantilla) en noviembre de 2022, Salesforce con 8.000 (10% de la plantilla) en enero de 2023, Alphabet con 12.000 (6% de la plantilla) en enero de 2023, Microsoft con 10.000 (5% de la plantilla) en enero de 2023, Dell con 6.650 (el 5% de la plantilla) en febrero de 2023, Ericsson con 8.500 (el 8% de la plantilla) en febrero de 2023…
Desde que se anunciaran estos despidos, la capitalización bursátil de la mayoría de estas empresas se ha ido recuperado desde sus mínimos del año pasado. Los mercados de capitales premian a las empresas que toman decisiones con rapidez y, a pesar de ser medidas difíciles, las empresas tecnológicas son expertas en adaptarse a un entorno complejo y cambiante.
Aunque los ajustes sean necesarios, resulta paradójico que quienes los sufren sean siempre los trabajadores. Ningún CEO asume la responsabilidad de haber decidido sobredimensionar las plantillas durante la pandemia sin sólidos planes de negocio que los justificaran a medio o largo plazo, o de realizar grandes inversiones en proyectos de dudosa rentabilidad… Los despidos traerán ahorros de costes, pero también afectan negativamente en la motivación y productividad de los empleados, suponen una pérdida de talento que acabará en varios casos en potenciales competidores y generan unos altos costes de reestructuración e indemnización. Además, el despido masivo no es una práctica acorde a la Responsabilidad Social Corporativa y afecta a la imagen y reputación de la empresa entre los distintos agentes sociales.
El caso de Meta
¿Se podrían haber hecho las cosas mejor? Para que cada uno tome sus propias conclusiones, analizamos brevemente el caso de Meta. Meta está sufriendo una reducción de ingresos por la venta de publicidad, debido a la incertidumbre económica. Sin embargo, la reducción de los beneficios está relacionada principalmente con el incremento de los gastos asociados a contrataciones masivas durante la pandemia y a la prematura y arriesgada apuesta por el metaverso impulsada por Zuckerberg.
La plantilla de Meta pasó de 44.000 trabajadores en marzo de 2020 a 87.000 trabajadores en septiembre de 2022. Sin embargo, sus resultados no eran acordes a este incremento de personal, obteniendo 23.200 millones de dólares en 2022 frente a los 39.370 millones del año 2021. Las pérdidas de Reality Labs, la división encargada del desarrollo del metaverso, fueron de 10.200 millones en 2021 y de 13.717 millones en 2022.
El incremento de costes que sufrió Meta durante 2022, con un 23% más que en 2021, se verá reducido en 2023, cuando tras los despidos su plantilla pase a 66.000 trabajadores. Los despidos han sido anunciados en dos rondas con unos pocos meses de diferencia, aumentando la inestabilidad en los trabajadores y generando la sensación de una falta de estrategia clara entre sus accionistas. Al mismo tiempo, la empresa no se ha sobrepuesto al daño reputacional y de imagen derivada de numerosos escándalos: propagación de noticias falsas, difusión de mensajes polarizados y tóxicos, almacenamiento y cesión de datos de los usuarios sin su autorización… Para muchos agentes sociales, el cambio de marca de Facebook a Meta no es suficiente para reparar el daño causado.