La revista profesional sobre tecnología y transformación digital

Tribuna

Javier dominguez

Javier Domínguez

Ingeniero de Telecomunicación

Relato 5G

Las marcas de terminales móviles son el verso suelto del relato. Anuncian sin pudor la disponibilidad de productos que integran la 5G, lo que obliga a hacer un acto de fe ya que la normativa es, todavía, inestable y no hay red que los acredite

Es admirable la capacidad imaginativa de los que componen el relato sobre el futuro que dibujará la 5G, la siguiente generación de los sistemas móviles. No recuerdo una campaña en la que una incipiente tecnología suponga un impacto tan determinante en tantos sectores. Según los vaticinios, la 5G infundirá la inteligencia urbi et orbi: nos hablan de la producción inteligente, del transporte inteligente, de los territorios inteligentes, de la agricultura inteligente, del turismo inteligente… Y cada día aparecen nuevas expectativas que amplían el repertorio de beneficios para la sociedad. Todo ello, amparado por una conectividad en la que los méritos más destacados serán la capacidad, el aumento de la velocidad y una mínima latencia.

Repasando las jornadas y crónicas de exaltación de la 5G, los más entusiastas son los fabricantes de equipos para la estructura fija de los sistemas móviles. No me sorprende: es vital para su futuro ya que les abre nuevas perspectivas de negocio más allá de las que les brinda la tecnología 4G. También las administraciones compran el discurso y lo enriquecen con el capítulo de las opciones del espectro radioeléctrico a utilizar; entiendo que en su ánimo esté muy  presente la recaudación que les reportarán las licitaciones de las bandas de  frecuencias.

Las marcas de terminales móviles son el verso suelto del relato. Anuncian sin pudor la disponibilidad de productos que integran la 5G, lo que obliga a hacer un acto de fe ya que la normativa es, todavía, inestable y no hay red que los acredite. ¿Serán el aumento de velocidad y una menor latencia suficiente atractivo para cautivar a los consumidores y lograr que renueven sus teléfonos inteligentes? Sospecho que precisarán, también, de otros atributos para alimentar el estímulo. Mientras, se necesitarán millones de nuevos dispositivos, distintos a los smartphone, para conseguir la inteligencia ubicua.

Percibo también cierta incomodidad  en el lenguaje no verbal de los opera- dores: todos pugnan por ser los prime- ros en participar en experiencias piloto, pero son muy cautos al definir planes de despliegue. Comprendo su pruden-cia, ya que a ellos les corresponderá la parte más sustanciosa de la inversión – empezando por las subastas del espec-tro– con retornos inciertos. Además, toda tecnología emergente requiere de un período de consolidación y tendrán que minimizar los daños colaterales del conflicto tecnológico y comercial entre los EE.UU. y China.

Aprecio en el relato un esfuerzo por ser neutral con la demografía. Cabría, entonces, pensar que el criterio determinante para priorizar el despliegue no será la densidad de población. ¡Ojalá me equivoque! pero intuyo que prevalecerá la ortodoxia: los beneficios de la 5G llegarán, tiempo después, al ámbito rural.

Es incuestionable que la nueva tecnología 5G ofrecerá soluciones atractivas,  pero tendrá que ubicarse en el contexto  de otras alternativas: la fibra óptica seguirá creciendo y potenciando su capacidad y velocidad, imbatible frente a las opciones radioeléctricas; para la tecnología WiFi se anuncian nuevas versiones con mejores prestaciones; y la 4G tiene todavía recorrido pendiente y sobre ella pueden anticiparse casos de uso asociados a la 5G.

Aún a riesgo de que me acusen de descreído, me parece que convendría incorporar al relato una dosis de pragmatismo que modere el entusiasmo exagerado. Ya hay quienes especulan con las insuficiencias de la 5G y fantasean con la 6G.

 

Comparte