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Tribuna

Teresa Pascual Ogueta

Mª Teresa Pascual Ogueta

 Ingeniera de Telecomunicación

La tecnología que nos mece

La educación y la tecnología han provocado profundos cambios sociales, pero la especie humana es, en esencia, la que siempre fue

La nueva infraestructura 5G que viene nos cambiará mucho la vida o solo un poco. Serán los servicios que se sustenten en ella los que determinarán o no su éxito, pero también el precio que haya que pagar por su disfrute.

Hay hallazgos que han producido cambios formidables e inesperados, la imprenta o Internet son ejemplos, pero otros inventos fueron efímeros y muchos ni siquiera despuntaron. Cuando triunfan, cambian la manera de comunicarnos, de trabajar, de gozar, en definitiva, de vivir. Pero no son capaces de crear sentimientos ni deseos que no tenga la humanidad desde hace milenios. No promueven la bondad, ni fomentan la maldad, tampoco impulsan una determinada ética. Son herramientas que facilitan que las personas desplieguen todo su potencial con más facilidad y en mayor medida.

En los primeros años de la expansión de Internet, debida a dispositivos baratos y fáciles de usar, se habló de la libertad nunca vista que tenían las personas para expresarse. Internet era la nueva Arcadia donde la libertad era el
santo y seña. Después, además de ser una herramienta poderosa que ofrece posibilidades nunca imaginadas, también se ha convertido en el instrumento de control más exhaustivo y eficaz que ha existido. Esto solo cambiará cuando haya suficiente masa crítica de quienes lo utilizan, demandando más control sobre quienes dominan el negocio tecnológico.

El afán de dominio es una constante en la historia. Es el intento de una parte, pequeña quizá, de la humanidad por el dominio sobre otras personas y sobre los recursos disponibles. Lo sabemos desde que tenemos capacidad para averiguar lo que ocurrió en otro tiempo. La tecnología más avanzada no evita la ambición desmesurada de poder, incluso la facilita, pero también la propia tecnología ofrece recursos para hacer ese poder más vulnerable. A pesar de que debido a la educación y a la tecnología ha habido profundos cambios sociales, la especie humana es, en esencia, la que siempre fue.

Quienes nacen ahora utilizarán todo el conocimiento acumulado a lo largo de los siglos. No necesitarán inventar lo que ya existe, ni descubrir todo lo que ya se conoce, pero nacen tan vulnerables como hace milenios. Tienen que aprender a hablar, a andar y a adaptarse al mundo al que llegan. Cuando crezcan, sentirán la misma emoción que sus ancestros ante el amor o el deseo. Sabrán del miedo y la angustia. Experimentarán el odio y la rabia. Se rebelarán contra las injusticias o contribuirán a que se produzcan, y dispondrán, para crecer como personas, de herramientas poderosas que antes no existían.

De momento, gracias al trabajo de quienes nos antecedieron, la educación y la calidad de vida se han extendido considerablemente, al menos en una parte del planeta, pero quienes nazcan ahora, cuando lleguen a la madurez, sentirán como el poeta del siglo XV: “…Cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando…”

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