La revista profesional sobre tecnología y transformación digital

Tribuna

Teresa-Pascual-Ogueta-copia_edited

Teresa Pascual Ogueta

Ingeniera de Telecomunicación.

Turbulencias económicas

El gas se ha encarecido por la guerra, pero no es la guerra la que determina que paguemos la electricidad producida por medios baratos a precio de gas

 

Las empresas que se benefician de decisiones que intentan regular el mercado no lo consideran atentado contra la libre competencia cuando la regulación les beneficia. Tampoco deberían escandalizarse porque ahora se procure eliminar esas ventajas que perjudican a la mayoría

El Banco Central Europeo ha decidido poner fin a los beneficios ‘caídos del cielo’ de la banca. Estas ganancias inesperadas las provocó el propio BCE inyectando dinero barato, incluso a tipos negativos, en el sistema. Las decisiones que se tomaron en determinados momentos porque se consideraron necesarias se han vuelto nocivas, y el BCE debería haberlo previsto. Ahora intenta revertir la situación, pero los sectores que se benefician de esas decisiones se rebelan. Las resoluciones del BCE, aunque se consideran técnicas, tienen ideología e interfieren en las que toman los gobiernos, que estos sí, han sido elegidos por la ciudadanía.

Ciudadanía y crisis
Para las personas que tienen que lidiar con los vaivenes económicos sin poder evitarlos, no siempre es fácil conocer la verdadera causa de los problemas. Los medios de comunicación juegan un papel clave para saber lo que está ocurriendo, pero lo cierto es que no siempre informan con la suficiente claridad y objetividad.

En toda crisis se aprende y en esta hemos podido saber cómo se fijan los precios de productos que son imprescindibles en nuestra cotidianidad. En España, debido a un acuerdo europeo que nos obliga, hemos estado pagando la electricidad con un sobreprecio que beneficia a las empresas suministradoras. Estas compañías reciben un dinero extra que no está ligado a sus costes de producción, ni a un aumento de la demanda. Nadie nos ha explicado todavía las razones por las que el gas, fuente de último recurso en nuestro país, es el que ha fijado el precio del resto de las fuentes de energía, que son menos onerosas. Según ese sistema, basta que se necesite un porcentaje de gas para satisfacer el suministro, aunque este sea pequeño, para que paguemos el resto de fuentes de energía, que son mucho más baratas, a precio de gas. El gas se ha encarecido por la guerra, pero no es la guerra la que determina que paguemos la electricidad producida por medios baratos a precio de gas.

También el sector bancario ha tenido beneficios extraordinarios que se deben a causas ajenas a su gestión. Según el Banco de España, la política de intereses negativos promovida por el Banco Central Europeo ha supuesto unos beneficios inesperados al sector bancario de unos 2.800 millones de euros. Un sector que ya recibió cuantiosas ayudas públicas en la pasada crisis financiera.

Las empresas que se benefician de decisiones que intentan regular el mercado no lo consideran atentado contra la libre competencia cuando la regulación les beneficia. Tampoco deberían escandalizarse porque ahora se procure eliminar esas ventajas que perjudican a la mayoría. Hay que tener en cuenta que estos beneficios inesperados se están pagando con dinero público y también por sus clientes, que no tienen más opción que contratar sus servicios.

Hay otros sectores imprescindibles, como la alimentación, que sacando provecho del ‘todo sube’ están elevando los precios en un porcentaje superior al que han tenido sus costes.

Los organismos reguladores actúan
El BCE ha decidido subir los tipos de interés, aunque reconoce que su decisión va a provocar una recesión económica. Su objetivo: conseguir que la inflación sea del 2%.

La inflación alta perjudica a la mayoría, pero la forma de controlarla no la elige la mayoría afectada. Las decisiones las toma el BCE y a menudo se inmiscuyen en las resoluciones que toman gobiernos y parlamentos, pidiéndoles que sus actuaciones “no interfieran con la normalización de la política monetaria”.

La causa de la inflación es distinta en EE.UU. que en Europa, pero el BCE ha optado por la misma política agresiva de subir los tipos de interés. El BCE asume que va a ahogar la economía a esa mayoría, a la que quiere proteger de la inflación.

Cuando pase el tiempo, se verá si sus dictámenes fueron acertados o no. Si se equivocan, como pasó en la gran crisis financiera pasada, lo reconocerán, pero no podrán remediar el daño causado. Un daño irreparable para muchas personas.

¿Quién decide?
Elegimos a quienes nos representan para que tomen decisiones que nos afectan. Si discrepamos de las soluciones que adoptan, queda el recurso de elegir mejor en las siguientes elecciones. Pero las personas elegidas no tienen todo el poder para adoptar las políticas económicas que consideren mejores, porque los mercados también deciden. Los mercados, expresión ambigua, no son nadie concreto. Los mercados lo forman grupos de inversión que manejan cantidades ingentes de dinero y que para ejercer su poder, no necesitan presentarse a las elecciones. Como siendo todo no son nadie, no se les puede controlar, ni siquiera regular adecuadamente. Y de ese ente aparentemente desconocido y poderoso dependen asuntos que afectan a nuestra vida.

Lo ocurrido en Reino Unido ha sido el ejemplo perfecto. Una decisión tomada por quien ha sido elegida democráticamente ha tenido que ser revocada porque los mercados han considerado que no era la adecuada. ¿Es que los mercados saben más que quienes tienen el mandato de dirigir el país? ¿Los mercados siempre tienen razón o solo la tenían en este caso? Esa decisión que se pretendía adoptar, independientemente de si era acertada o no para quienes viven en Reino Unido, no gustaba a los mercados. Y los mercados lo que buscan es el máximo beneficio al mínimo coste.

Lo que está ocurriendo es un nuevo toque de atención a la hora de decidir nuestro voto. No todas las propuestas que se nos hacen son viables y algunas ni siquiera son razonables.

Comparte