Manuel Avendaño
Coordinador de Contenidos del Foro Histórico de las Telecomunicaciones
Pioneras en España de la Ingeniería de Telecomunicación
Era octubre de 1960 y el ambiente en la Escuela de la calle Conde Peñalver resultaba diferente al de otros comienzos de curso. En la lista de alumnos de Primero aparecían por primera vez los nombres de tres mujeres: Adelina Álvarez Bartolomé, María de los Remedios Uriel Izaguirre y María Teresa Vidal Marín. Manuel Avendaño nos traza en este texto sus perfiles y nos acerca sus recuerdos.
Un hito relevante en la historia centenaria de la Ingeniería de Telecomunicación, que trataré de glosar a partir de los recuerdos y anécdotas que en sendas entrevistas me han proporcionado Remedios y María Teresa. Adelina falleció hace años y nunca ejerció la profesión.
A los que comenzamos la carrera por aquella época, siempre nos preguntaban por qué habíamos elegido una Ingeniería tan poco conocida. Y esa curiosidad era evidentemente mayor cuando se trataba de una mujer.
Una visita muy oportuna
Comienzo por María Teresa, la mayor de cinco hijos de un matrimonio de Logroño y sin lazo familiar alguno con la ingeniería. Me cuenta que en el bachillerato se inclinaba más por las Ciencias que por las Letras y, como en su ciudad no existía universidad, decidió matricularse en Selectivo de Ciencias en Madrid con la intención, como otras jóvenes de la época, de estudiar Farmacia.
En una oportuna visita de un ingeniero industrial, amigo de su padre, le explicó a ella y a sus padres que en el campo de las Ciencias existía una rama de la ingeniería, la de Telecomunicación, novedosa e interesante a su juicio. A María Teresa le convenció la sugerencia y, durante la Selectividad, pensaba que, si cambiaba de idea a lo largo del curso, tenia abierta la posibilidad de matricularse en Farmacia. Incluso en los primeros años de Ingeniería de Telecomunicación, se hacía pasar por alumna de Farmacia ante los jóvenes, para no provocar rechazo.
En nuestra Escuela, sin embargo, notó cómo ella y sus compañeras eran bien recibidas por profesores y alumnos, y tratadas con especial deferencia, como, por ejemplo, cuando un profesor le pidió autorización para que pudiera llamarla a salir a la pizarra. Pero existía un problema: la carencia de aseos para alumnas. Durante la mañana, podían utilizar los de Administración, que estaba cerrada en las tardes, por lo que se veían obligadas a ir a los de los alumnos y esperar a que saliera el más rezagado. Recordando los años en la Escuela, María Teresa los califica como de una etapa muy plena en su vida profesional.
En 1965, y ya con el título en la mano, María Teresa inicia la búsqueda de empleo dirigiéndose a la CTNE. Allí la recibe el responsable de Recursos Humanos, rodeado de sus colaboradores, y rechaza su solicitud por tres razones: no es varón, no ha hecho el servicio militar y no tiene 25 años. Más tarde, le surge un empleo a su marido en San Sebastián y allí es bien recibida en la Escuela de Ingenieros Industriales de la Universidad de Navarra, pues incorporaban una mujer en el profesorado, aunque no era invitada a las cenas de Fin de Curso ante el temor de que algún alumno dijera una inconveniencia. Sin embargo, siempre recordará con cariño cuando sus alumnos le regalaron un ramo de flores en primavera. Ejerce como profesora de Electrónica y tutora durante 10 años. El terrorismo en el País Vasco provoca su marcha a Madrid.
María Teresa se presenta a la convocatoria de ingenieros en CTNE y esta vez sí es admitida. Siente cierta preocupación al integrarse en una gran empresa y uno de sus compañeros le acusa de ‘quitarle el puesto a un hombre’. Salvo ese comentario extemporáneo, nunca se sintió discriminada y siempre fue tratada como cualquiera de sus compañeros. Confiesa que al principio su sala recibía más visitantes curiosos para ‘ver a la ingeniera’. Trabajó primero en Planificación y aceptó el reto de confeccionar el Plan Madrid, que completó con éxito definiendo los enlaces a las centrales primarias de Atocha, Hermosilla y Norte. Más tarde, es incorporada a Ingeniería de Radio, donde con cierta reticencia, su jefe le pregunta si estaría dispuesta a subirse a una torre. Más tarde, es propuesta para un puesto de mayor relevancia en Argentina, pero las dificultades de conciliación familiar la fuerzan a renunciar.
En sus últimas etapas en Telefónica, María Teresa siente que algunos de sus subordinados la tratan como una madre, contándole sus cuitas y pidiéndole consejo. Su devenir por el mundo laboral también ha sido plenamente satisfactorio como el de muchos compañeros.
El buen consejo de un profesor
María de los Remedios nació en Huesca, donde su padre, militar, estaba destinado. En un nuevo destino de este a Paterna (Valencia), hizo que ella se tropezara en el bachillerato con un brillante profesor de Matemáticas, quien, consciente de la capacidad de su alumna, la recomendó que estudiara una carrera de Ciencias, y en particular una carrera novedosa y apropiada para una mujer: Ingeniería de Telecomunicación. Más tarde, y ya como destino final de su padre, la familia se trasladó a Madrid. Allí María de los Remedios se matriculó en la Academia Dobao-Díaz Guerra para preparar las oposiciones de ingreso en la Escuela de Ingeniería de Telecomunicación, de acuerdo con el plan de estudios del año 1951. En la Academia conoció a Adelina Álvarez.
En 1960 ingresó, muy ilusionada, en la Escuela de la calle Conde Peñalver. Fue muy bien recibida por profesores y alumnos, pero sí notó la curiosidad por verla y conocerla. María de los Remedios se sentía como si ‘estuviera en un escaparate’, especialmente cuando el profesor la mandaba salir a la pizarra. Era consciente de que ella y sus dos compañeras estaban abriendo camino. Algunos compañeros de forma un tanto burlona decían, sin embargo, que las mujeres iban a buscar novio en la Escuela.
Recuerda que un profesor la interrogó detenidamente y al final concluyó: “parece que la chica piensa”. Por parte de sus compañeros jamás percibió discriminación alguna, aunque notaba que cuando se acercaba a un corrillo, ellos cambiaban inmediatamente de conversación.
En quinto curso de la carrera, el profesor de Electrónica, que trabajaba en Standard Eléctrica, le sugirió que optase a incorporarse en su empresa, algo que María de los Remedios consiguió tras superar el preceptivo examen psicotécnico. Fue destinada al Departamento de Ingeniería, donde se estudiaba la novedosa tecnología de conmutación Pentaconta.
Embarazada de su primer hijo en 1968, se dirigió al Departamento de Recursos Humanos para que le explicasen cuántos días le correspondían de baja laboral. Pero como era el primer ‘ingeniero’ que iba a dar a luz durante su contratación en Standard Eléctrica, la empresa carecía de antecedentes y la legislación aplicable suprimía el sueldo a partir de los últimos días del embarazo. La empresa, sin embargo, le mantuvo el puesto de trabajo. Dos años más tarde, en su segundo embarazo, incorporada obligatoriamente a la Seguridad Social, el sueldo se redujo al 75% de la base imponible. Y en el tercer hijo las leyes se regularizaron finalmente, yendo, como en tantas ocasiones, por detrás de los acontecimientos.
María de los Remedios simultaneó la crianza de sus tres hijos con el trabajo en Standard Eléctrica y con el doctorado. Fue reclamada por el jefe del Laboratorio de I+D para desarrollar programas para la obtención de modo automático de la documentación de clientes que producía la ingeniería. Más tarde, quedaría adscrita definitivamente a I+D en el edificio de la carretera de Barajas. María de los Remedios califica el ejercicio de la profesión como muy satisfactorio para ella, nunca discriminada ni por la empresa ni por sus compañeros. Era un ingeniero más.