Experiencias profesionales
Rafael Panadero. El camino más natural entre las telecomunicaciones y el periodismo
Arrancamos una nueva sección en nuestra revista BIT en la que vamos a compartir las experienciasprofesionales de los Ingenieros de Telecomunicación. Por estas páginas irán pasando compañeros que trabajan o han trabajado en alguna de las muchas actividades profesionales donde los IT pueden desarrollar sus habilidades y conocimientos. Comenzamos con un texto de Rafael Panadero, Ingeniero de Telecomunicación que ha terminado trabajando en el sector de la información.
“Hace casi 25 años que empecé en el periodismo. Como ingeniero ejercí apenas siete, pero aún llama la atención el cambio, y cada cierto tiempo tengo que aclarar las dudas: “Sí, soy ingeniero de telecomunicación”. “A mucha honra”, me quedo con ganas de añadir a menudo.
Con 17 años es muy raro que alguien tenga claro qué quiere hacer con el resto de su vida. Sin embargo, es con esa edad cuando la mayoría tomamos una decisión que va a marcarla…y que puede llegar a determinarla.
Recuerdo que en mis años de EGB algún compañero ya tenía claro qué carrera quería estudiar. Eran los menos, pero los había. Yo no. Yo sacaba buenas notas en general, y si soy sincero, de aquella época lo que con más cariño recuerdo hoy son las clases de literatura y las obras que hacíamos con el grupo de teatro (en el que, por cierto, coincidí con un chaval que ya por entonces era famoso por su participación en una serie de televisión y con el que después iba a compartir aula y muchas más cosas en los años de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Telecomunicación de la UPM. Pero eso es otra historia que deberá ser contada en otra ocasión).
El caso es que también se me daban bien las matemáticas, la física y la química, y me gustaba programar en el Basic de aquel Commodore 64 que llegó a mi hogar una Navidad. Para completar la oferta, en casa, donde era el pequeño de cuatro hermanos, prácticamente sólo se hablaba de dos carreras: Farmacia y Medicina, las que habían estudiado mis padres y estaban estudiando mis hermanos.
Elegí Teleco como primera opción. Vaya por delante que no me arrepiento en absoluto. Mi segunda opción era Físicas, pero en la tercera ya aparecía Ciencias de la Información
Así que cada vez que tocaba elegir asignaturas, yo hacía todo tipo de combinaciones: Ciencias Mixtas, llamaban a aquella mezcla de Literatura con Matemáticas, como hice en BUP; o con la opción de Biología, que recuerdo estudiar en COU. Llegué a Selectividad, la saqué con nota suficiente para poder elegir la carrera que quisiera y fue el momento de hacerlo.
“Se te da bien programar”, “es una carrera con futuro”, “no desaproveches la nota”, “mira a tu primo qué bien le va”…y elegí Teleco como primera opción. Vaya por delante que no me arrepiento en absoluto. Mi segunda opción era Físicas, pero en la tercera ya aparecía Ciencias de la Información, que en aquellos años incluía Periodismo, Publicidad e Imagen y Sonido. Sí, con 17 años, no siempre es fácil elegir.
Carreras de sacos en una escuela “de raros”
La Escuela de Teleco de Madrid no tenía buena fama. Que si todos eran unos frikis, que allí sólo había tiempo para estudiar, que sólo había chicos…El año anterior a la llegada de mi promoción se habían producido altercados en el Paraninfo durante la celebración de ‘San Teleko’ y ahora estaba prohibido. Para demostrar que sí éramos capaces de divertirnos sin crear problemas, aquel curso organizamos una fiesta alternativa con peligrosas actividades como carreras de sacos o competiciones de pañuelo. La estrategia resultó y a partir de entonces volvió San Teleko.
Tras acabar aquel máster, escribí algunos reportajes como colaborador en varias revistas. Le iba cogiendo el truco, me gustaba eso de escribir
Cuento esto porque guardo muy buen recuerdo de mi paso por la Escuela desde aquel primer año, pero quizá más por lo que no tiene que ver con la formación técnica y la parte estrictamente académica: No Es Culpa Nuestra (grupo de teatro ), Club deportivo, El ECO de Teleco (revista universitaria de humor), Club musical Delta (músicos y melómanos), Club Ícaro (deportes al aire libre), Club de Cine Antena (cinéfilos), IAESTE (intercambios internacionales y cursos de idiomas)…Nada que ver con lo que me habían contado. Cuando comentaba con mis amigos de otras escuelas y facultades lo que se movía dentro de la Escuela de Telecos con fama de ‘rarita’ les costaba creerlo.
He coincido en esas aulas con estudiantes que actualmente se ganan la vida en asuntos directamente conectados con la formación técnica, como altos directivos en empresas multinacionales o como responsables de centros punteros de investigación en Inteligencia Artificial, pero también con otros que lo hacen como actores en musicales o dirigiendo programas de televisión.
Yo empecé en el primer grupo. Tras algún paso fugaz como programador por alguna empresa pequeña y por un banco, superé el proceso de selección en una gran operadora de telecomunicación. Trabajé varios años en el departamento de tecnología antes de optar, a través de un proceso interno, a un puesto en marketing.
Todo parecía avanzar en la buena dirección, pero finalmente no hubo acuerdo entre los responsables de las dos áreas y no se aprobó el cambio. Fue entonces cuando volví a leer aquel anuncio que cada año publicaba el periódico que yo compraba habitualmente: Máster en periodismo para titulados universitarios.
¿Nunca es tarde?
El periodismo siempre me había atraído. Recordé aquella demoledora frase que siendo un adolescente me soltó como respuesta a mi propuesta uno de aquellos orientadores con los que hablabas alguna vez en el colegio sobre las posibles carreras universitarias: “Estudiar Periodismo está bien, pero ¿qué más? Con tus notas…”. El “qué más” ya lo tenía y ahora surgía la oportunidad de completar la ecuación.
El proceso de selección era duro, sólo admitían a 40 candidatos y yo fui uno de ellos. Además, me ofrecieron una beca con lo que ya ni siquiera tenía la excusa económica para no probar. Podía vivir un año de mis ahorros. ¿Nunca es tarde? Había que probarlo.
Con el tiempo fui asumiendo distintas tareas: equipo de Reportajes, colaborador de ‘A Vivir Que Son Dos Días’, redactor jefe de la Sección Internacional… hasta llegar a ‘La Ventana’
Tras acabar aquel máster, escribí algunos reportajes como colaborador en varias revistas. Le iba cogiendo el truco, me gustaba eso de escribir, pero durante el curso ya había hecho prácticas en la sección de Economía de la Cadena SER, y en mi mente seguía estando muy presente la radio. Desde que era niño recuerdo a mi madre dando vueltas por la casa, haciendo malabares para criar a cuatro hijos sin dejar de trabajar, y siempre con un transistor pegado a la oreja. Ahora podía intentar ser parte de ese mundo.
Empecé como becario, ya con cierta edad, en el equipo de Matinal de Fin de Semana. Donde dice Matinal debe leerse ‘los que trabajan toda la madrugada para emitir el informativo de primera hora de la mañana sábados y domingos’. También encaja ‘los que entran a trabajar justo cuando sus amigos de siempre salen del bar o la discoteca de moda’. Un turno muy loco, con horarios cambiados y con un sueldo que no tenía nada que ver con lo que yo había conocido hasta ese momento. Pero algo me empujaba a seguir ahí.
He podido charlar con personajes de relieve internacional, pero también, y lo he disfrutado incluso más, con abuelos de un pueblo de Cuenca que se quedaba sin tren
Con el tiempo fui asumiendo distintas tareas dentro de la empresa, aquí no hubo problemas internos que paralizaran los cambios: editor del Matinal, miembro del equipo de Reportajes, colaborador de ‘A Vivir Que Son Dos Días’, redactor jefe de la Sección Internacional…hasta llegar a La Ventana, el programa en el que hoy trabajo.
He tenido la suerte de vivir en primera persona acontecimientos como las primeras elecciones que ganó Obama en Estados Unidos; también las primeras que ganó Trump; la muerte y los funerales de Nelson Mandela en Sudáfrica; el Brexit; el referéndum de independencia en Escocia; la declaración unilateral de independencia de Kosovo…
He podido charlar con personajes de relieve internacional, como Lula da Silva, Tony Blair o Ban Ki-moon, pero también, y lo he disfrutado incluso más, con abuelos de un pueblo de Cuenca que se quedaba sin tren para ir a ver a sus nietos; con vecinos de un barrio de Madrid que recordaban cómo de las chabolas pasaron a ‘las torres’; con jóvenes de Medellín que se rebelaban contra la violencia en las calles a través del arte; con refugiados afganos que acababan de llegar desde Turquía a una playa de Grecia en una balsa neumática como las que usan nuestros hijos en la piscina…
Todas son personas que han compartido conmigo sus historias más íntimas, de muchísimo valor, y que yo he podido escuchar gracias al oficio que ejerzo…y a todo lo anterior también. Porque sí, soy periodista, pero también soy ingeniero. De Teleco. Honestamente creo que los años que pasé en aquella Escuela desde aquel primer San Teleko de las carreras de sacos, también me han ayudado a ser periodista. Soy el periodista que soy, no digo ni bueno ni malo, también porque soy el ingeniero que soy. Y hoy sí lo voy a decir: a mucha honra.