La Inteligencia Artificial y las tecnologías cognitivas, como el reconocimiento de imágenes, la transcripción de voz o el mantenimiento de conversaciones, son dos importantes palancas de cambio que están revolucionando, entre otros, los servicios de atención al cliente
Más allá de sus incuestionables ventajas técnicas y tecnológicas, si nos paramos a observar sus posibles impactos sobre la sociedad. ¿Qué consecuencias puede tener la Inteligencia Artificial (IA) sobre el empleo y su cualificación? ¿Cómo asegurar que los datos sobre raza, religión, nivel económico u otros con que entrenamos a los algoritmos no tenga sesgo y respeten principios como la igualdad o la no discriminación?
Adaptarse o sucumbir. Es la idea que ya han interiorizado todas las empresas ante la presencia cada vez más insoslayable de la Inteligencia Artificial. Ahora bien, una vez llegados a este punto ¿cómo integrarla en el negocio? ¿Puede convivir con la gestión tradicional? ¿Y el proceso de adaptación? ¿Qué coste tendrá? La analítica prescriptiva contesta a muchas de estas preguntas
En los últimos años hemos asistido a una explosión de la Inteligencia Artificial motivada por el éxito en el despliegue del aprendizaje automático, especialmente en su faceta de aprendizaje profundo. En el mundo de los negocios la modalidad más utilizada es el supervisado. Valorar si crear un equipo técnico en el seno de la empresa y cómo formar al equipo no técnico, son dos decisiones de vital importancia en la implantación de la IA.
Las máquinas se han convertido en competidores necesarios que, por una parte, suman eficiencias, restan errores y simplifican la vida del ser humano, mientras que por la otra se disputan con las personas el desempeño de algunas funciones.
La implantación de la nueva tecnología 5G no va a suponer un mero cambio tecnológico de las redes de telefonía móvil, como en el caso de la evolución del estándar 3G al 4G, sino que se espera que tenga un impacto mucho mayor. Dado que el 5G tendrá un efecto transversal sobre el conjunto de la economía y de la sociedad, se espera que sea el componente tecnológico esencial en la transformación digital de la sociedad y de la economía.
La historia es tozuda y tiende a repetirse. En estos momentos en los que nos enfrentamos al despliegue de la nueva generación de comunicaciones móviles 5G, analizar lo que ha ocurrido desde que nació esta tecnología resulta un ejercicio necesario para entender algunas claves que, sin duda, pueden resultar clarificadoras.
Más allá de los ciudadanos individuales, serán las empresas las que, por necesidad en sus negocios, justifiquen y den sentido a la tecnología 5G. Bien sea por razones inherentes a las características de los servicios que ofertan, bien por el uso de otras tecnologías habilitadoras digitales que deben ser soportadas en comunicaciones de mayores prestaciones, las empresas pueden encontrar en el 5G la única forma de mejorar sus procesos internos o de ofrecer servicios diferenciados, competitivos y de valor. Los llamados ‘casos de uso’ en sectores determinados deberán ser el motor fundamental que impulse el despliegue masivo y comercial de esta nueva generación móvil.
De los actores involucrados en hacer viable la nueva generación móvil 5G, los operadores son los primeros en enfrentarse a los desafíos que plantea que esta tecnología esté finalmente disponible para los ciudadanos. La subasta del espectro y el despliegue de infraestructura son las barreras iniciales a las que los operadores deben hacer frente con un importante esfuerzo inversor, además de otros retos y dificultades como la regulación, normativas urbanísticas, seguridad… Y todo ello aún sin conocer (al menos completamente) si los casos de uso que precisen de esta tecnología y los modelos de negocio asociados permitirán generar el retorno suficiente que haga el servicio viable económicamente.
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