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Juan Carlos López

Juan Carlos López

Catedrático de la Universidad de Castilla-La Mancha y Director de la revista BIT.

Recuperación digital

Tecnología para la post-pandemia

La transformación social que ha provocado el COVID-19 ha sido avasalladora y no ha dejado indemne ningún aspecto de nuestras vidas. Bien por el efecto trágico de la enfermedad, bien por las consecuencias de las medidas adoptadas para contrarrestarla en negocios, servicios públicos, ocio, etc., bien por lo que ha supuesto para la conciencia colectiva de nuestra sociedad, nada probablemente será igual en la que, sin haberla alcanzado todavía, ya llamamos era post-pandemia.

Y es que nuestro propio carácter de superación hace que miremos con esperanza ese momento en el que logremos vencer a la enfermedad y que sin dilación empecemos ya a hablar de reconstrucción y recuperación. Y para ello, de forma casi unánime, las políticas europeas y nacionales han coincidido en que digitalización y sostenibilidad serán los dos pilares fundamentales.

Pero hablar de sostenibilidad es, para muchos, hablar necesariamente de digitalización, ya que la viabilidad de la apuesta medioambiental, de una transición energética, de la gestión eficiente de recursos naturales… van ligados a las posibilidades que ofrecen las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC). Y de alguna forma, la aplicación de las TIC en cualquier sector conlleva inherentemente soluciones sostenibles, por la propia capacidad de las TIC para afrontar en cada momento el compromiso entre desarrollo económico, cuidado del planeta y bienestar de las personas.

Si la tecnología ha sido siempre sinónimo de progreso, ahora mismo representa sobre todo nuestra capacidad de resiliencia

Progreso y resiliencia
Desde hace ya algunos años, el término ‘transformación digital’ nos ha acompañado casi de forma continua, representando tanto ese cambio que la tecnología estaba produciendo en nuestras vidas como la necesaria y continua adopción de esa misma tecnología para adaptarnos a las nuevas formas de relación económica y social que ella estaba provocando. Nadie dudaba de que ese cambio, aun acarreando algunos aspectos discutibles, era positivo y por tanto necesario: mejor calidad de vida, empresas más competitivas, administraciones más eficientes… Solo esa transformación, fruto de la capacidad del ser humano de ampliar su conocimiento, podía hacernos progresar como sociedad. Porque conocimiento, transformación y progreso han ido siempre de la mano a lo largo de la historia de la humanidad.

Sin embargo, la crisis sanitaria del COVID-19 ha impuesto sus propias reglas, introduciendo cambios sociales que en ningún momento preveíamos y planteando retos que no podemos obviar. Y ha sido ahora la tecnología la que, viniendo a nuestro rescate, nos está permitiendo conllevar las consecuencias que, bien directa o indirectamente, la pandemia ha causado. Si, como decíamos, la tecnología ha sido siempre sinónimo de progreso, ahora mismo representa sobre todo nuestra capacidad de resiliencia (otro vocablo que cada vez oímos con más frecuencia).

Brecha digital, brecha social
En los últimos meses, hemos visto cómo las telecomunicaciones y, en general, las TIC han sido esenciales para responder a la crisis sanitaria. Según los expertos, el COVID-19 ha impulsado la transformación digital afectando a la actividad económica, formas de trabajo, educación, relaciones sociales… de manera que lo logrado equivale a lo que se preveía llevar a cabo en cinco o incluso 10 años. Mucho se ha hablado al respecto y eso ha hecho que la sociedad entera perciba más que nunca que resulta imprescindible hacer accesibles las soluciones tecnológicas a toda la ciudadanía. Si el acceso a la tecnología se entendía ya como un derecho de todos, los meses de pandemia han acentuado esta percepción.

Las TDH suponen el punto de apoyo necesario de los procesos de innovación, los cuales se aventuran como la única forma de abordar con firmeza la crisis económica

Lo cierto es que esta crisis ha puesto de manifiesto nuestras carencias como sociedad. Algunas de ellas han visibilizado, incluso acentuado, los desequilibrios sociales. Pero ha habido otras. Así, las diferencias en el acceso a la tecnología, bien sea por razones territoriales, económicas, sociales…, han contribuido igualmente a ampliar la brecha social ligada a esa brecha digital ya existente. La tecnología se postula, antes lo decíamos, como el medio para hacer frente a los retos que, como sociedad, nos ha planteado el COVID-19. Pero solo cumplirá su función si aprovechamos este punto de inflexión para hacer que esta transformación que se avecina esté realmente centrada en las personas, con la tecnología como elemento equilibrador e integrador que permita eliminar barreras, mejorar la calidad de vida de todos y, en definitiva, lograr una sociedad más justa.

Tecnologías Habilitadoras Digitales
Si Arquímedes dijo “dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”, las tecnologías habilitadoras digitales (THD) se han convertido en los últimos años en el punto de apoyo deseado para transformar cualquier sector económico o ámbito social. Pero de nuevo ha sido la crisis sanitaria la que ha provocado una aceleración inesperada en su utilización como solución a una situación sobrevenida y que afectaba al funcionamiento de sectores esenciales. No se trataba ahora de aumentar la competitividad en sectores determinados o mejorar servicios públicos, sino que en la mente de todos estaba la continuidad de nuestro estilo de vida, con el mantenimiento de la actividad básica esencial y hasta, en el límite, la propia supervivencia.

La crisis del coronavirus ha impulsado el teletrabajo, la videoconferencia, el comercio electrónico… de forma que no se concibe una vuelta atrás. Pero también el uso de las THD (5G, Internet de las Cosas, Inteligencia Artificial…), que empezaba a ser ya una realidad o estaba en el horizonte de empresas de cualquier sector o de la administración pública, parece igualmente imparable. Su papel en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) era ya indudable, siendo parte esencial en cualquier proyecto que los abordase. Pero ahora suponen además el punto de apoyo necesario de los procesos de innovación, los cuales se aventuran como la única forma de abordar con firmeza la crisis económica que la pandemia ha provocado.

Servicios públicos esenciales y reindustrialización
La necesidad imperiosa de mantener operativos y mejorar servicios como los asistenciales o la sanidad, en los que las TDH pueden aportar un valor fundamental, ya se ha puesto de manifiesto durante los meses de pandemia. Igualmente ocurre con la educación y otros servicios públicos (administración electrónica, movilidad…).

Pero la crisis sanitaria ha puesto también de relieve la necesidad de tener una industria competitiva, con capacidad de adaptación, y que pueda afrontar situaciones como la vivida. Según los expertos, el sector industrial es el que aglutina mayor porcentaje del PIB y la mayor actividad de innovación, siendo, por tanto, el sector que tendrá un mayor peso en la recuperación post-pandemia. Si para el fomento de la innovación las TIC se configuran como elementos clave, el concepto de Industria 4.0, todavía incipiente en la actualidad y basado en el uso de las THD, debe guiar el camino del sector industrial hacia ese proceso de recuperación.

El plan de recuperación europeo
Ya todo el mundo conoce el número: 140.000 millones de euros. Es la cantidad asignada a España por el fondo de recuperación europeo (‘Next Generation EU’), que se repartirá entre educación, sanidad, modernización del tejido productivo, agenda urbana y rural, infraestructuras, transición ener-gética, nueva economía de cuidados y empleo, administración electrónica y cultura y deporte. La poca concreción de la asignación y la enorme cantidad de fondos a gestionar en poco tiempo y por una administración burocratizada, hace que haya dudas sobre el uso eficiente de estos fondos. La urgencia ha hecho además que, desde empresas e instituciones, surjan una avalancha de propuestas de todo tipo en forma de grandes proyectos estratégicos.

La crisis sanitaria ha puesto también de relieve la necesidad de tener una industria competitiva, con capacidad de adaptación, y que pueda afrontar situaciones como la vivida

Por otro lado, la Agenda ‘España Digital 2025’ que potenciará la innovación y la transformación digital, solo absorberá 15.000 millones de euros del plan ‘Next Generation EU’ (a los que se suman 5.000 millones más del Gobierno y 50.000 millones de aportación del sector privado), donde también aparecen los proyectos tractores como una herramienta de trabajo.

Tanto grandes proyectos estratégicos como proyectos tractores en el ámbito de la digitalización, aun intentando aglutinar la colaboración pública-privada alrededor de grandes apuestas comunes, puede que no sean la herramienta adecuada para que la financiación sea permeable a las pymes, base del tejido productivo español. E igual podría pasar con otro de los pilares básicos del sector empresarial actual, especialmente en el ámbito tecnológico: las iniciativas de emprendimiento.

Pero, sobre todo, investigación y talento
Sin embargo, si algo está dejando claro la pandemia es la necesidad de apostar por la investigación y el talento como elementos esenciales para afrontar el futuro con las máximas garantías. Parece que dispondremos de financiación y, por descontado, tenemos el talento necesario. Sin embargo, una vez más podemos llegar tarde. Y es que el sistema de ciencia y tecnología español necesita también una transformación. Aunque quizás sea todavía pronto para aventurar el destino final de los fondos de recuperación, hemos de recordar de nuevo que #SinCienciaNoHayFuturo.

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