José Antonio Portilla y Juan Carlos López
Catedrático en la Universidad de Alcalá. Vocal de la Junta de Gobierno del COIT y coordinador del Grupo de Políticas Públicas y Regulación del COIT; Catedrático en la Universidad de Castilla-La Mancha. Vicedecano del COIT.
Coordinadores de este especial
Telecomunicaciones y Digitalización en Europa, ¿el punto de no retorno?
Las telecomunicaciones en su sentido más amplio, desde los terminales, pasando por la infraestructura y llegando a los contenidos y servicios digitales, son consideradas de manera generalizada como un bien casi de primera necesidad por la mayor parte de la Sociedad. En este sentido lo recoge la Ley 11/2022 General de Telecomunicaciones que establece en su artículo 49 que las redes y sus recursos asociados coadyuvan a la consecución de un fin de interés general y constituyen equipamiento de carácter básico, como lo son el agua, la electricidad o el gas.
Sin embargo, y de manera sorprendente, la valoración monetaria de las mismas, es decir, lo que cada uno de los usuarios, ya sean personas físicas o jurídicas, estamos dispuestos a pagar por una conectividad sin precedentes en la historia, no hace más que decaer. Prueba de ello es que el ARPU (Ingreso medio por usuario) no ha parado de disminuir en la última década, con independencia que se vean indicios de recuperación en las estimaciones a corto plazo.
La problemática anterior es un síntoma de la delicada situación en la que se encuentra el sector que tiene que afrontar retos complejos en muchos frentes, tecnológicos, regulatorios, financieros y también medioambientales (p.e. energéticos).
Europa en su conjunto no está ocupando actualmente una posición de liderazgo en el desarrollo de las nuevas tecnologías digitales debido, muy posiblemente, al proceso de desindustrialización continuada desde el principio de los años 2000. También hay que considerar que el despliegue de las infraestructuras digitales de muy alta capacidad está obligatoriamente supeditado a la financiación de las mismas que, no nos equivoquemos, está realizada por empresas privadas.
En poco más de 30 años hemos visto cinco generaciones de comunicaciones móviles y el despliegue masivo de redes xDSL primero y de fibra óptica después (donde España sí que ocupa una posición de liderazgo). Toda esta inversión tiene que poder ser adecuadamente amortizada para poder garantizar la sostenibilidad del sector.
La regulación en el entorno europeo ha estado orientada, a grandes rasgos, a la protección del consumidor, el fomento de la competencia y la disminución gradual de los precios. Estos objetivos, necesarios en las primeras fases de la liberalización, se pueden convertir en un lastre competitivo cuando comparamos los niveles de concentración de los operadores en los mercados europeo, asiático y estadounidense. Ni que decir tiene que, además, la elevada presión fiscal a la que son sometidos los operadores en Europa, y en particular en España, no contribuye positivamente a la competitividad en el sector al igual que tampoco lo hacen las diferencias existentes entre los diferentes actores del tablero digital.
La inestabilidad del mercado digital europeo puede ser visto como una oportunidad para producir influencias geopolíticas al ser las redes y servicios en su conjunto un recurso estratégico. La reciente entrada de STC en Telefónica, vista con preocupación tanto por los mercados como por los gobiernos, constituye un claro ejemplo de cómo una posición débil puede ser utilizada para aumentar nuestro grado de dependencia tecnológica y, por ende, impedir que alcancemos la que, a la vista de los acontecimientos de los últimos años, todos percibimos como indispensable soberanía digital.
En definitiva, los países que constituimos la Unión Europea, y especialmente España, nos encontramos, queramos o no, nos demos cuenta o no, ante un punto de inflexión. Sin embargo, parece que no somos conscientes de la gravedad del momento. Así, este especial de la revista BIT se plantea como objetivo fundamental el de recoger la opinión de fabricantes, operadores y patronales del sector para poner en primer plano la relevancia de la situación, porque, en definitiva, y usando el lenguaje de la crisis climática, en Europa, en cuestión de telecomunicaciones y digitalización, podemos estar en un punto de no retorno.