Ana López Yela, Marta Orduna Cortillas e Irene Ortiz de Saracho Pantoja
Estudiante de doctorado; Estudiante de doctorado en el Grupo de Tratamiento de Imágenes (GTI) en Universidad Politécnica de Madrid (UPM); Diseñadora de filtros en Ericsson (Estocolmo, Suecia). Las tres autoras son miembros del GT Jóvenes Ingenieros del COIT
Diálogos intergeneracionales
Un café con perspectiva
Irene y Marta, Ingenieras de Telecomunicación, comparten un café con Juan, el abuelo de la primera, con más de 40 años de experiencia profesional en el sector, y Narciso, uno de los directores de tesis de la segunda. Los cuatro dialogan sobre los momentos más especiales de sus carreras profesionales, cómo han cambiado las telecomunicaciones y la sociedad, y cómo eran y son ahora los Ingenieros de Telecomunicación. Pero, sobre todo, muestran su visión cariñosa y cercana de la profesión que todos ellos comparten.
A lo largo del siglo XX muchos sectores han evolucionado, pero pocos lo han hecho de forma tan radical y en tan poco tiempo como las telecomunicaciones. El trabajo que desempeñan los Ingenieros de Telecomunicación u otros profesionales del sector actualmente no tiene nada que ver con lo que se hacía hace 50, 20 o incluso 10 años, tanto en el ámbito de investigación como en el de la empresa privada.
Para hablar de estos cambios, dos de las ingenieras del Grupo de Trabajo de Jóvenes Ingenieros del COIT, Marta Orduna Cortillas (Monzón, 1993), estudiante de doctorado en la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), e Irene Ortiz de Saracho Pantoja (Madrid, 1993), diseñadora de filtros de RF en Ericsson, se reunieron para tomar un ‘café con perspectiva’ con uno de sus directores de tesis Narciso García Santos (Madrid, 1954), catedrático y coordinador del Grupo de Tratamiento de Imágenes (GTI-UPM), y el abuelo de Irene, Juan Pantoja Cano (Madrid, 1935), que trabajó durante más de 40 años en UNIVAC e IBM.
Narciso: “Los telecos han sido y siguen siendo personas relevantes, profesionales brillantes a los que no les preocupa ningún reto por innovador y arriesgado que parezca”
La carrera de Juan Pantoja tuvo dos etapas fundamentales. En la primera, en torno a los años 60 y 70, se dedicó al aprendizaje, instalación y mantenimiento de las computadoras, como el IBM 360. A partir de los 70 se centró en la formación y supervisión, entre otros, de los equipos de perforistas que agujereaban las tarjetas que contenían las instrucciones de las máquinas. Finalmente se jubiló en 1992. Por su parte, Narciso Garcia, que tuvo la gran suerte de que su padre fuese uno de los profesores más relevantes de la ETSIT-UPM, eligió la Ingeniería de Telecomunicación por destacar como foco de innovación dentro de las ingenierías. En su trayectoria, ha compaginado su acti vidad docente e investigadora con ser representante español en el Programa Marco de la UE, coordinador general de la CNEAI y vicerrector de relaciones internacionales de la UPM, entre otras responsabilidades.
Primeros años
Curiosamente, una de las épocas que los dos veteranos recuerdan con más cariño es su primera etapa profesional. Para Narciso, “es cuando se descubre el mundo profesional: hay mucho que aprender, se producen muchos errores y se consiguen bastantes aciertos”. A Juan se le ilumina la mirada cuando rememora los años 60, pese a que admite que “era una época muy intensa, con presión, pero de mucha formación y aprendizaje”. En su caso, esa formación consistía en ‘aprender’ distintos modelos de ordenadores, a nivel de circuito y transistor, para luego ser capaz de arreglarlos y enseñar a otros cómo hacerlo: “Se necesitaba gente inteligente, formada, con una visión global del sistema pero que a la vez supiera encontrar el detalle que hacía que la máquina fallara y pudiera meterle mano”, dice Juan.
Irene y Marta están ahora viviendo esa etapa inicial de su vida profesional. “Es verdad que es un reto aplicar lo que has aprendido al mundo real, y el tiempo pasa más rápido de lo que parece”, señala Irene. Marta, inmersa en su doctorado, sostiene que “es difícil situarse de aquí a unos años pero, desde luego, nada me gustaría más que mirar atrás y ver que toda la investigación realizada ha tenido aplicaciones que se han reconocido y que nos han hecho mejores como sociedad”.
Irene: “Lo importante no es la herramienta, sino cómo se usa, y en eso se basa lo que aprendimos en la Escuela”
En ese sentido, Marta sigue el consejo, que convierte en ejemplo, de su director de tesis: “El que persevera, gana. Por ejemplo, un momento profesional relevante para mí fue el proyecto Eureka-256 en el que se gestionaron todas las etapas, desde el diseño a la operación, del primer codificador digital de HDTV en el mundo en 1990. Es un sello español imborrable en la televisión de alta definición digital”.
Un trabajo apasionante
Los cuatro coinciden en la pasión por su trabajo, incluso Juan que, aunque ya lleve muchos años jubilado, reconoce que “nunca tuve miedo a los lunes, siempre he ido muy a gusto a trabajar. De hecho, estaba tan implicado que tenía miedo de sentir los días vacíos al jubilarme, aunque afortunadamente luego no fue así. Me gustaría volver a esa primera época, pero la verdad es que, al haber visto a lo que se dedica Irene ahora, lo que realmente me gustaría es estudiar ‘teleco’ hoy en día, aunque seguiría por la rama de electrónica”.
Irene sonríe porque eso que a su abuelo le llama tanto la atención es lo que a ella más le gusta de su trabajo: “Que a altas frecuencias las estructuras físicas sean la representación de elementos circuitales es algo prácticamente mágico, según lo veo yo. Mi abuelo me enseña los esquemas de los circuitos de los ordenadores que aprendía por Europa en los años 60, y yo le digo que esas bobinas y condensadores también son mi sustento, pero de otra forma.”
Y así, la conversación salta desde la radiofrecuencia y los circuitos al tratamiento digital de señales y el análisis y compresión de imágenes y vídeo. Narciso cuenta que su “opción profesional se originó en el Proyecto de Fin de Carrera: el primero sobre la transformada rápida de Fourier (FFT) que se realizó en la ETSIT. Nunca he dejado de disfrutar de la actividad docente e investigadora: compartir conocimiento y seguir aprendiendo, porque siempre existe el reto siguiente. Ahora volvería a estudiar ‘teleco’ y buscaría un campo innovador en el que poder contribuir, como el análisis de presencia y empatía”. Precisamente en eso está Marta, que afirma que “nos adentramos en un campo en el que solo hay cabida para el aprendizaje y donde la tecnología, en este caso la realidad virtual, lanza su propuesta de valor cambiando el mundo de las comunicaciones“.
Juan: “Los ordenadores fueron perfeccionándose e implementando sistemas de autodiagnóstico, así que hacía falta menos gente”
Cambios tecnológicos y sociales
En cualquier caso, por mucho que les apasionen sus trabajos actuales, las más jóvenes saben que todo acabará cambiando: las tareas de los Ingenieros de Telecomunicación están en constante evolución. Juan recuerda que “los ordenadores con los que yo trabajaba no tenían pantalla: eran fundamentalmente lucecitas que había que interpretar. Pero todo fue cambiando, no solo las interfaces. Con el paso del tiempo ya no hacía falta reparar a nivel de componente, sino saber qué tarjeta de repuesto era la que se tenía que encargar a la central. Además, los ordenadores fueron perfeccionándose e implementando sistemas de autodiagnóstico, así que hacía falta menos gente”.
Marta e Irene no saben si mostrarse escépticas o sorprendidas oyendo algo que suena prehistórico, y añaden: “No solo la tecnología en sí, sino que también el propio sector evoluciona de la mano de la sociedad. Nosotras somos un ejemplo: cada vez hay más mujeres ingenieras y en los últimos años hemos vivido una democratización de las telecomunicaciones sin precedentes.”
Por otro lado, Marta asegura que “es una suerte tener la oportunidad de empezar en este ámbito de la mano de personas con tanta experiencia que te guían a cada paso que das”. A lo que Narciso añade: “Yo comencé a investigar sobre un campo nuevo, por lo que he sido prácticamente autodidacta. Empecé a publicar con el modelo de prueba y error, afortunadamente con éxito, y aprendí mucho de los biólogos moleculares con los que trabajé en mi tesis doctoral. Sin embargo, ahora se tiene un buen conocimiento de los procedimientos requeridos para publicar revistas de impacto internacional”.
Otra de las diferencias generacionales es sin duda el uso del inglés. El idioma se ha ido introduciendo poco a poco en los currículos oficiales, de modo que de asignatura obligatoria se ha pasado a ofertar algunos Grados o Másteres específicamente en ese idioma. Ríen cuando Juan recuerda sus cursos de formación de los nuevos ordenadores, como el IBM 360 o el Friden que se enseñaban por Europa, por ejemplo en Alemania, Suiza o incluso Suecia, donde ahora vive su nieta Irene.
“Yo me defendía como gato panza arriba, y diría que aún lo hago, pero también es verdad que la formación que se nos daba sobre los modelos de computadoras era en inglés técnico, así que eso ayudaba”, asegura Juan, mientras Irene comenta: “yo trabajo en inglés, obviamente, así que para mí es una herramienta fundamental en el día a día. No solo a la hora de leer libros o artículos o para comunicarme con mis compañeros de trabajo, sino también en las relaciones con los proveedores, que normalmente están en China.”
Marta: “Cada vez hay más mujeres ingenieras, y en los últimos años hemos vivido una democratización de las telecomunicaciones sin precedentes”
Cuando empiezan a hablar de herramientas de trabajo, Marta e Irene no dudan en mencionar a sus fieles compañeros: los ordenadores, aunque ya nada tengan que ver con los de los años 60. Sin embargo, Narciso sostiene que su herramienta fundamental “es el tiempo sin interrupciones para pensar y trabajar, aunque sea en unidades pequeñas”. Juan también menciona un intangible como herramienta de trabajo: “Mi cabeza, mi habilidad profesional como consecuencia de la formación recibida. Eso, no una herramienta física, era lo que hacía posible mi trabajo”. Esta apreciación hace reflexionar a Marta, mientras que Irene comenta que “es cierto que lo importante no es la herramienta, sino cómo se usa, y eso se basa en lo que aprendimos en la Escuela”. Finalmente, ambas sonríen recordando las largas tardes de estudio en la biblioteca.
Mirada al futuro
Después de tantos cambios, es imposible no intentar comparar entre los telecos de antes y los de ahora, desde el punto de vista de la profesión. “Cada uno es hijo de su tiempo. Diría que los telecos han sido y siguen siendo personas relevantes, profesionales brillantes a los que no les preocupa ningún reto por innovador y arriesgado que parezca. Su atractivo actual se ha visto disminuido por la eclosión de otras titulaciones cercanas, cuyo futuro a medio plazo no está claro, aunque ahora tengan un gran interés. Sin embargo, la formación y los conocimientos de los telecos siguen siendo su imagen de marca”, señala Narciso.
Vienen y van recuerdos y anécdotas, pero este café acaba como todo debería terminar, mirando al futuro. “Yo me siento muy orgullosa de ser Ingeniera, de ser ‘teleco’, y también de compartir este sector con mi abuelo”, zanja Irene. “Los ‘telecos’ actuales seguiremos cambiando el mundo, pero, eso sí, siempre será gracias a los que nos han precedido. Habrá que ver dónde estamos cuando se celebre el bicentenario de nuestra titulación”, sonríe Marta. Muy lejos, seguro.
La programación, antes y ahora
El aprendizaje de la programación ha evolucionado en los últimos 50 años, y prueba de ello son Ana López Yela (Madrid, 1991) y su padre Ángel López Almodóvar (Madrid, 1953). En la década de los 70 no se disponía de equipos personales. Ángel recuerda que en las prácticas a más bajo nivel se usaba ‘La Mus’, un equipo diseñado por toda la gente que pasó por la cátedra de la Universidad Complutense, tanto a nivel hardware como software (antes del desarrollo de Windows).
Su sistema operativo se cargaba en cinta perforada y su lenguaje de programación era original de la cátedra. A más alto nivel, se trabajaba con Fortran 4, antecedente de Matlab, pero se disponía de una única maquina IBM 360 en el Centro de Cálculo de la Universidad. En ésta los alumnos cargaban sus tarjetas perforadas y mediante un debug manual el estudiante debía analizar si el programa funciona bien.
A finales de los 70 pasó de trabajar con microprocesadores en lenguaje ensamblador a usar un lenguaje de alto nivel tipo C en una estación de trabajo con sistema operativo CPM y UNIX. Estas estaciones eran caras y enfocadas al desarrollo, ya que no existían aplicaciones comerciales salvo algún editor, un ensamblador y compilador.
Sin embargo, las cosas han cambiado mucho. La aparición de Windows y la globalización de Internet han revolucionado la docencia vivida por Ana, la hija de Ángel, pasando a un trabajo en ordenadores portátiles sobre lenguajes de alto nivel como Java.