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Tribuna

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Javier Domínguez

Ingeniero de Telecomunicación.

Credibilidad

A la ingeniería le corresponderá demostrar la credibilidad del dibujo futurista y facilitar el tránsito desde las expectativas a la realidad concreta

Los relatos que dibujan el futuro están protagonizados por las entusiastas expectativas que generan las nuevas tecnologías. A la ingeniería le corresponde convertirlas en realidad. No solo hay que asegurar sólidos modelos de negocio sino acertar en el momento oportuno y en el lugar adecuado.

Allá por 1990, investigadores de AT&T obtuvieron la patente de una tecnología que permitía transmitir, sobre un par de conductores de cobre, un flujo digital superpuesto a la señal analógica del servicio telefónico: el ADSL. En su primera aplicación se propuso competir con las tiendas de alquiler de cintas de vídeo: los clientes de las compañías telefónicas tendrían la posibilidad de acceder, directamente desde sus hogares, a un repositorio de películas digitalizadas. El intento no pasó de demostradores de laboratorio y algún piloto de corto alcance. Por entonces, el proceso de digitalización de las imágenes estaba en sus inicios y, para conseguir una aceptable calidad del servicio, exigía velocidades de transmisión más altas que las que podía asegurar el emergente ADSL.
Fue a finales de la década de los 90 cuando se empezó a valorar el interés del ADSL como soporte de acceso a Internet al aprovechar la extensa red de cobre existente. Las estadísticas declaran que en España se llegó a instalar esta tecnología (en sus diferentes versiones DSL) en cerca de 9 ,4 millones de líneas; la evolución tecnológica ha permitido prestar, sobre este tipo de acceso, servicios de banda ancha con vídeo de calidad razonable.

Han transcurrido más de 20 años, pero conservo la sensación de que el inicio del ADSL no generó demasiadas expectativas y tuvo un eco periodístico casi irrelevante. Quizá fuese por su aparente sencillez o porque, por entonces, se minusvaloraba el negocio del servicio telefónico fijo e Internet era todavía un enigma para el gran público. Además, eran escasos los profesionales de la comunicación dedicados a divulgar la tecnología. Nada que ver con el interés mediático que hoy suscitan las novedades tecnológicas.

Cuando leo ahora los informes prospectivos o las crónicas de prensa sobre las nuevas tecnologías, compruebo, complacido, cómo han progresado los talentos narrativos. Constato el interés por anunciar y divulgar unos conceptos complejos y ofrecer una mirada repleta de supuestos beneficios sociales.

Sucede que en la descripción de ese futuro tecnológico se tiende a la idealización, se pasa de puntillas por los detalles y se dedica escasa atención a los retos y dificultades. A la ingeniería le corresponderá demostrar la credibilidad del dibujo futurista y facilitar el tránsito desde las expectativas a la realidad concreta. Tendrá que diseccionar la mezcla (a veces, barullo) de las tecnologías que se citan, gestionar análisis multidisciplinares y evaluar las incertidumbres. La prueba de fuego será justificar, más allá de pruebas piloto, unos sólidos modelos de negocio que fomenten la creación de valor socioeconómico.

Y para rematar el proceso innovador habrá que acertar en la elección del momento oportuno y del lugar adecuado, sin olvidar lo que sucedió con los primeros pasos del ADSL.

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