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Tribuna

Javier dominguez

Javier Domínguez

Ingeniero de Telecomunicación

Cuestión de nubes. Un plural con retranca

Intuyo que en la nueva constelación habrá ‘nubes’ de diferentes tipos y tamaños. Se irán formando y combinando según sea la naturaleza y concentración de la información y de los resultados que se desee obtener

 

El imaginario ‘la nube’ da mucho juego como símil de espacio en Internet. Estamos inmersos en una campaña que advierte de su colapso y que impulsa la creación de una nueva constelación de ‘nubes bajas’.

Acertó quien propuso `la nube´ para imaginar el espacio que almacena y procesa los datos y archivos que ubicamos en Internet. En poco tiempo se ha convertido en una referencia universal. Incluso figura como acepción en el `Diccionario de la Lengua Española´. Para alcanzarla solo es preciso disponer de un dispositivo inteligente y pagar el peaje a un operador de servicios.

La ficción resulta más verosímil cuando el acceso a `la nube´ se hace por medios inalámbricos, pero la narración se complica cuando intentamos describir la conexión utilizando algo tangible como un cable de fibra óptica o de cobre. En cualquier caso, esta singular `nube´ atesora nuestra vida digital, de cuya investigación y comercialización algunos obtienen pingües beneficios.

Últimamente surgen comentarios alarmistas sobre el colapso de `la nube´. Nos advierten de que el aumento explosivo de los dispositivos conectados a Internet y la necesidad de reducir el tiempo de respuesta, exigen evolucionar de un modelo centralizado del análisis de los datos (cloud computing) a otro con tareas distribuidas por la periferia (edge computing).

Cuentan que, para ello, hay que crear una constelación de `nubes bajas´ que facilite el acceso y el procesamiento casi inmediato de la información.

Algunos hablan de `niebla´ para situar el imaginario de `nubes bajas´ lo más próximo posible a los dispositivos. Me parece un símil desacertado, y no por su tenebrosidad, sino porque si nos quedamos a ras del suelo y no ampliamos el nivel de captación careceremos de los datos necesarios para contextualizar y mejorar la fiabilidad de las predicciones de los algoritmos.

Intuyo que en la nueva constelación habrá `nubes´ de diferentes tipos y tamaños. Se irán formando y combinando según sea la naturaleza y concentración de la información y de los resultados que se desee obtener. Algo similar a lo que sucede con la ingeniería de las redes móviles: el número y tamaño de las `células´ de cobertura depende de la distribución del tráfico. Así, no es de extrañar que `nubes´ y `células´ formen alianzas bien avenidas.

En mi empeño por justificar el acierto del símil `la nube´ me atrevo a jugar con las ocurrencias que inspira su plural: `Estar por las nubes´, cuando pienso en la elevada inversión que implicará el despliegue y la seguridad de la `edge computing´; `Poner por las nubes´, al valorar el atractivo y prestigio de la actividad en este ámbito profesional; `Ponerse por las nubes´, por el enojo que provocará la caída de alguno de los sistemas que configurarán la constelación; `Vivir en las nubes´, si considero lo alejada que está la etérea `nube´ de la realidad tecnológica (redes, servidores para almacenar y procesar la información, y algoritmos). Ya ven, uno ha de convivir con sus contradicciones.

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