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Tribuna

Javier Domínguez

Javier Domínguez

Ingeniero de Telecomunicación.

El lenguaje renta

Para seducir a la adolescencia y a la juventud conviene usar un lenguaje sencillo, didáctico, que entiendan sin ser especialistas y que genere simpatía y flechazos vocacionales.

Las palabras son germen de sentimientos y razones que estimulan una vocación. Para conquistar el interés de futuros universitarios conviene renovar la narrativa que describa la proyección de la Ingeniería de Telecomunicación.

Creo haber hablado de esto con anterioridad. Tiene que ver con la falta de atractivo para la adolescencia y la juventud de la Ingeniería de Telecomunicación. Sorprende que en las nuevas generaciones, tan entusiasmadas con el uso y disfrute de las comunicaciones y aplicaciones digitales, no se perciba la curiosidad por conocer y participar en la aventura tecnológica que las hace factibles.

Para muchos, la Ingeniería de Telecomunicación resulta extraña, casi mágica, por lo enigmático de sus actividades y la intangibilidad de sus desarrollos. Así que para fomentar vocaciones hay que acertar en la narrativa que describa las oportunidades y soluciones que brindan las tecnologías que sustentan esta ingeniería.

Mantengo mi sospecha de que la jerga que utilizamos es uno de los motivos de la carencia de estímulo vocacional. Como síntoma sirva una definición. Reposa en el camposanto del Anexo II de la vigente Ley General de Telecomunicaciones (LGTel 2022) y reza (disculpen la extensión y, antes de seguir, respiren hondo para no quedarse sin resuello): “Red de comunicaciones electrónicas: los sistemas de transmisión, se basen o no en una infraestructura permanente o en una capacidad de administración centralizada, y, cuando proceda, los equipos de conmutación o encaminamiento y demás recursos, incluidos los elementos de red que no son activos, que permitan el transporte de señales mediante cables, ondas hertzianas, medios ópticos u otros medios electromagnéticos con inclusión de las redes de satélites, redes fijas (de conmutación de circuitos y de paquetes, incluido internet) y móviles, sistemas de tendido eléctrico, en la medida en que se utilicen para la transmisión de señales, redes utilizadas para la radiodifusión sonora y televisiva y redes de televisión por cable, con independencia del tipo de información transportada”.

 

Ese fárrago se me atraganta. Su formulación incumple todos los requisitos de una definición: debe ser breve, clara y exacta. Fatiga el uso reiterativo de la palabra ‘red(es)’ objeto de la definición, y la presencia de conceptos de difícil comprensión para una audiencia no especializada. Uno tiene la impresión de que es una mezcolanza de aportaciones más preocupadas por lo que no es que por lo que es.

Compruebo que procede del doctrinal Código Europeo de las Comunicaciones Electrónicas, y que ya apareció, con alguna variación, en la LGTel de 2003 y de 2014. Quiero creer que los que han redactado, debatido y aprobado los textos jurídicos han digerido y asimilado esa definición a pesar de su complejidad y escasa transparencia.

Admito que el ejemplo elegido para justificar mi sospecha es provocativo y prescindible. En cualquier caso, si queremos seducir a la adolescencia y juventud debemos utilizar un lenguaje sencillo y didáctico, que genere simpatía y flechazos vocacionales. Por ello, sugiero que la, para mí, indigesta definición no se incluya en el material para la promoción de los estudios de telecomunicación ‘Teleco Renta’ (*). Con ella, ni cautivaremos ni suscitaremos complicidades.

(*) https://www.coit.es/servicios/plan-de-promocion-de-los-estudios-de-telecomunicacion

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