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Alberto Moreno Rebollo

Director de regulación de Telefónica España.

Quo vadis, Europa? Encrucijada hacia un espacio digital y verde

Europa se encuentra inmersa en una revolución digital donde los cambios ocurren a una velocidad más vertiginosa, donde la adopción de nuevos servicios y productos puede alcanzar a varios millones de usuarios en apenas unos días y donde la superposición de tecnologías da lugar a ciclos de vida cada vez más cortos.

La presente revolución digital trae consigo ambiciosos retos como el metaverso, la Inteligencia Artificial, la ciber-resiliencia, la sostenibilidad o la explotación de los datos como la principal materia prima de la economía digital.

En este contexto, el ecosistema digital dista mucho de ser homogéneo, caracterizándose por una clara asimetría en la cadena de valor de los servicios digitales. Por un lado, los operadores de redes de comunicaciones electrónicas compitiendo en mercados nacionales muy fragmentados, sometidos a una fuerte presión competitiva, regulatoria y de competencia y con unas grandes necesidades de inversión. Por otro lado, los prestadores de servicios digitales Over The Top (OTTs) con una elevada concentración, con una estrategia comercial global sobre mercados de doble cara que les ha permitido monetizar los servicios digitales y, hasta muy recientemente, con una práctica ausencia total de regulación.

Hacia dónde va Europa
En esa partida de ajedrez global, Europa debe decidir hacia dónde va y cuál es el papel que puede jugar en esta revolución digital. Las prioridades políticas de la Unión Europea pasan por la digitalización de la sociedad y de la economía y por la reducción de la huella de carbono a través de una transición verde, a la par que ambiciona recuperar la autonomía estratégica abierta frente a las grandes potencias digitales (Estados Unidos, China, Japón, Corea del Sur). La cuestión por dilucidar es cómo llegar a esos objetivos, qué cambios hay que introducir en la política industrial, regulatoria y de competencia para compensar el retraso que acumula respecto de esas grandes potencias digitales.

Hasta la fecha, las políticas regulatorias y de competencia se han centrado más en el control de los mercados y de los agentes que en ellos operan que en garantizar el desarrollo de dichos mercados, su transformación y crecimiento. La actual estructura, que fue idónea en el momento de la liberalización, ahora debilita la capacidad para innovar y la sostenibilidad de las inversiones futuras.

La actual estructura, que fue idónea en el momento de la liberalización, ahora debilita la capacidad para innovar y la sostenibilidad de las inversiones futuras

Se trataría de volver a priorizar los objetivos, incorporando el desarrollo de los mercados como principio fundamental de actuación, a la par que la defensa de la competencia o los derechos de los usuarios. Una nueva regulación que mire al futuro del sector. De alguna forma, se trataría de armonizar la política industrial y las políticas regulatorias y de competencia, que hasta la fecha han discurrido por caminos independientes.

Ejes de armonización
Dicha armonización debería pasar por abordarla de forma urgente conforme a los siguientes ejes de actuación:

  • Visión más holística y global de los mercados digitales, superando su actual fragmentación, buscando una estructura más racional de los mismos, con menos foco en el número de agentes que participan de ellos y más en su contribución y en el grado de competencia existente.
  • Progresiva desregulación de los merca dos de comunicaciones electrónicas, una vez alcanzada la situación de competencia efectiva.
  • Garantía de la sostenibilidad de las inversiones para asegurar la demanda exponencial de tráfico a través de mecanismos de contribución justa por parte de los grandes originadores de mismo (Fair Share).

 

Momento clave
Europa se encuentra en un momento clave donde las decisiones que se tomen en las próximas fechas van a determinar el rol futuro que jugará en el mercado global de servicios digitales. Poder tener un papel preponderante con una participación activa de la industria europea en la producción de contenidos, el desarrollo de servicios y aplicaciones y en la fabricación del equipamiento necesario o, por el contrario, quedarse en un rol pasivo como un mero mercado de consumo de lo producido en otras geografías, con nula capacidad de decisión sobre la conformación de ese ecosistema digital.

Ahora más que nunca hay que volver a preguntarnos: quo vadis, Europa?

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