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Daniel Benavente

Daniel Benavente López

Ingeniero de Sistemas. Coordinador Área de Ciberdefensa de Isdefe. Prestando servicio al Mando Conjunto del Ciberespacio.

Ciberdefensa, seguridad y control de la información

La seguridad de las tecnologías de la información y la comunicación es un área extremadamente amplia, con diferentes enfoques y una gran trayectoria desarrollada durante muchos años. En este artículo se aborda una de sus aproximaciones, la que se centra en la seguridad del dato, desde la perspectiva del Mando Conjunto del Ciberespacio (MCCE) de las Fuerzas Armadas, que trata de aunar la seguridad de los sistemas con la ciberdefensa para conseguirlo.

Antes de que el término ‘ciberseguridad’ estuviese tan extendido, o de que se hablase ampliamente sobre ‘ciberdefensa’ (sobre todo en el entorno militar, con el primer Concepto de Ciberdefensa del JEMAD del año 2011) o sobre el ‘ciberespacio’ (reconocido como dominio de operaciones en la OTAN hace relativamente poco tiempo, en 2016), uno de los acrónimos más utilizados en el Ministerio de Defensa era STIC, es decir: Seguridad de las Tecnologías de la Información y la Comunicación.

Tanto las Administraciones Públicas como las entidades privadas han trabajado y vivido su evolución a lo largo del tiempo. Quizás, muchos años atrás, se concebía como algo más secundario, pero fue cobrando importancia hasta convertirse en algo primordial y prioritario para la mayoría de las organizaciones, dado el elevado impacto potencial asociado la materialización de amenazas en los sistemas. Estas son capaces de provocar consecuencias de muy diversa índole, que pueden ir desde la pérdida económica o de reputación, hasta incluso poner en peligro la vida de las personas.

Si ciertos datos cayesen en manos del adversario y se atentase contra su confidencialidad, podríamos tener consecuencias con un elevado impacto en una operación militar

Cómo abordamos la seguridad en los sistemas
Una de las aproximaciones más aceptadas es la que se enfoca no solo en los propios sistemas, sino que toma como base la información que se maneja en ellos, un enfoque centrado en la seguridad del dato. Esta estrategia es la que pretende abordar la Seguridad de la Información en los Sistemas de Información y Telecomunicaciones o, como se conoce en el Ministerio de Defensa, SEGINFOSIT.

Pero, ¿por qué proteger estos sistemas sobre la base de los datos que manejan? Desde tiempos inmemoriales, la información se ha considerado como un activo tremendamente valioso que puede otorgar una gran ventaja a quien ostente su control (recordemos esa famosa frase: “la información es poder”). A pesar de que los sistemas tienen su propio valor, los datos que albergan y que manejan o envían (almacenados, en procesamiento o en tránsito), se erigen como uno de los activos más relevantes que es necesario proteger.

Veámoslo desde una perspectiva de análisis y gestión del riesgo, y tomemos como base una metodología clásica formal, como MAGERIT. El esquema de dependencia de activos recomendado por el Centro Criptológico Nacional en sus guías pone en la cúspide de la pirámide a los datos. La información y los servicios que corren por estos sistemas se denominan ‘activos esenciales’. Son ellos los que van a dar un valor acumulado (heredado) a los sistemas (software y equipamiento) que será necesario proteger, no tanto por su valor propio sino por el que les otorgan esos los activos esenciales mediante las dependencias.

La Seguridad de la Información en los Sistemas de Información y Telecomunicaciones se conoce como SEGINFOSIT en el Ministerio de Defensa

Por qué nos centramos en la información
Pero, ¿de verdad la información es tan relevante como para adoptar un enfoque de seguridad basado en ella? Imaginemos por un momento información clasificada corriendo por Sistemas de Mando y Control Militar que dan soporte a una operación. En el caso de que ciertos datos cayesen en manos del adversario y se atentase contra su confidencialidad, podríamos tener consecuencias con un elevado impacto en una operación militar, e incluso en la seguridad de las personas que están sobre una zona de operaciones. No hemos de ir muy lejos para trasladar este ejemplo a un conflicto armado actual, extrapolando el peligro que supondría, por ejemplo, la revelación de la posición de nuestras tropas al enemigo.

Imaginemos ahora que estos datos además son modificados sin conocimiento ni consentimiento de las personas que están trabajando con ella, y lo hacen con una base errónea. ¿Y si no podemos acceder a la información o a los servicios en el tiempo y forma adecuados? Igualmente, ambos supuestos podrían tener graves consecuencias en el curso de una operación militar.

De estos tres ejemplos podemos deducir la importancia de proteger la confidencialidad, la integridad y la disponibilidad de la información. Si alguna de estas dimensiones es afectada, podría tener impactos negativos. De ahí que la protección del dato sea una prioridad.

Un poco de historia
Desde hace muchos años, en el Ministerio de Defensa se ha tratado de proteger los sistemas con la orientación de salvaguardar los datos que se manejan en ellos. Si nos remontamos al año 2002, se desarrolló la Política de Protección de la Información del Ministerio de Defensa almacenada, procesada o transmitida por Sistemas de Información y Telecomunicaciones. En aquellos tiempos, un término muy extendido era el de INFOSEC, altamente utilizado en OTAN.

La protección más clásica se centraba en asegurar lo mejor posible las dimensiones de seguridad de confidencialidad, integridad y disponibilidad. Posteriormente fue evolucionando y se abarcaron otras dos: la autenticidad (“una entidad es quien dice ser y/o se garantiza la fuente de la que proceden los datos”, según la definición del Esquema Nacional de Seguridad) y la trazabilidad (“las actuaciones de una entidad pueden ser trazadas de forma indiscutible hasta dicha entidad”).

En el Ministerio de Defensa, la SEGINFOSIT, dirigida actualmente por el comandante del Mando Conjunto del Ciberespacio, se orienta a proteger los sistemas para salvaguardar la información que estos manejan, con el objeto de garantizar razonablemente la confidencialidad, integridad, disponibilidad, autenticidad y trazabilidad.

¿En qué normativa nos basamos?
Siendo un tema bastante extenso, quizás merezca la pena resaltar, además de la normativa interna del Ministerio de Defensa, otras dos que se consideran de especial relevancia. La primera de ellas es el Esquema Nacional de Seguridad, de aplicación a todo el sector público (y a algunas entidades del sector privado) y actualizado recientemente mediante el Real Decreto 311/2022, de 3 de mayo. Se trata de un marco normativo que se basa en unos requisitos mínimos y principios básicos de seguridad, donde se deben aplicar una serie de medidas (organizativas, operacionales y de protección) sobre la base de una categorización previa de los sistemas, según la información manejada y los servicios prestados, así como los riesgos a los que estén expuestos.

La segunda es la normativa específica para los sistemas que deben manejar información clasificada, que requieren un elevado nivel de protección. No todos los sistemas pueden almacenar, procesar o transmitir este tipo de datos, siendo necesario obtener para ello una acreditación, esto es, una autorización para manejar información clasificada hasta un grado en unas condiciones determinadas. Tanto la Oficina Nacional de Seguridad como el Centro Criptológico Nacional son referentes en los temas relacionados con el desarrollo de normativa y guías.

De nuevo, se puede comprobar que la seguridad de los sistemas está enfocada y basada en la información que estos manejan.

SEGINFOSIT y ciberdefensa
Existe una línea muy fina, e incluso un tanto difusa, que separa la SEGINFOSIT y la ciberdefensa, sobre todo en la parte de esta última relacionada con las operaciones defensivas en el ciberespacio. Intentemos diferenciarlas. La primera de ellas podríamos enfocarla en la protección más básica (e imprescindible) de los sistemas, con medidas muy relevantes relacionadas con, por ejemplo, cumplimiento normativo, bastionado de sistemas, gobierno de la seguridad, gestión del riesgo TIC, auditorías de seguridad o incluso monitorización de sistemas, entre otras muchas.

La SEGINFOSIT, dirigida actualmente por el Comandante del Mando Conjunto del Ciberespacio, se orienta a proteger los sistemas para salvaguardar la información que estos manejan

Estas medidas se asociarían a una seguridad que podríamos denominar (quizás) más clásica, antes necesaria y suficiente (cuando no existían unas capacidades adversarias tan elevadas como las que se atisban actualmente); ahora también necesaria, pero no suficiente.

La ciberdefensa se centra en las operaciones militares en el ciberespacio. Una parte de la ciberdefensa se enfoca más en acciones de vigilancia del Área de Operaciones de Ciberdefensa (donde se encuentran, entre otros, los Sistemas de Información y Telecomunicaciones del Ministerio), así como en la reacción ante ciberincidentes, especialmente en aquellos que son provocados por amenazas denotadas como intencionadas, y que normalmente tienen detrás a un adversario. Estas no deben tratarse solamente desde el punto de vista de la seguridad de los sistemas, sino que necesitan complementarse con las perspectivas de la misión y la amenaza.

Esto requiere tomar un doble enfoque: defensa interna (vigilancia, detección y reacción ante ataques), pero también una defensa activa, pudiendo no solo detectar esos ataques sino también menoscabar las capacidades del adversario para que sean menos efectivas y mitigar las consecuencias de sus ataques.

La conclusión más relevante es que la colaboración y la coordinación entre las áreas de SEGINFOSIT y de ciberdefensa es fundamental, necesaria e imprescindible para poder llegar a un nivel adecuado de seguridad y defensa de los sistemas, sobre la base de la información que manejan. Actualmente, en el Ministerio de Defensa, la responsabilidad de ambas áreas, SEGINFOSIT y ciberdefensa, recae en una misma autoridad, el Comandante del Mando Conjunto del Ciberespacio.

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